l coronavirus ha traído la crisis socioeconómica y la crisis socioeconómica actúa también como un virus. Se extiende allá donde no se le planta cara y sus ansias de destrucción son infinitas. El cierre de la planta de palas eólicas de Siemens Gamesa en Aoiz era un grito anunciado a voces desde que la semana pasada las informaciones periodísticas ya apuntaban a la decisión de deslocalizar esta producción de Navarra. DIARIO DE NOTICIAS adelantó que no se renovaban los contratos a 120 eventuales. Ahora, la decisión de dar cerrojazo a la fábrica de Aoiz supone el despido de sus 239 trabajadores. Un varapalo social y laboral para decenas de familias y para el empleo de toda esa comarca de Navarra. A la planta de Siemens Gamesa de Aoiz le han aplicado el virus de la deslocalización directamente. Las consecuencias socioeconómicas que dejará tras de sí la pandemia de la covid-19 son aún inciertas, pero todo apunta a negros nubarrones. Sodena impulsó con dinero público Gamesa Eólica en los años 90. Desde entonces y hasta su venta final a la alemana Siemens, Gamesa ha recibido millones de euros de ayudas públicas. Dinero de todos los navarros y navarras que ahora asisten estupefactos a un nuevo ERE para despedir a 239 trabajadores directos en Navarra. No es la primera vez, Gamesa ya despidió en 2012, también en noviembre, a 238 empleados, la mayoría de ellos, 206, pertenecían al área de Innovación. Y en el año 2010, igualmente en estas mismas fechas, cerró su planta de Alsasua y envió al paro a 150 trabajadores. Una cosa es utilizar el autogobierno para impulsar la instalación de proyectos que generen empleo, y otra que las políticas de ayudas públicas acaben derivando en un absurdo de destrucción del tejido industrial y del empleo una vez cobradas las subvenciones. Si Navarra quiere seguir manteniendo sus apuestas estratégicas con dinero público debe ser a cambio del mantenimiento y creación de empleo como condición previa. Urge una legislación foral propia en ese sentido. Es el mínimo compromiso exigible. El malestar del actual Gobierno de Navarra, que expresó el consejero de Desarrollo Económico, Manu Ayerdi, es lógico. Pero ese malestar debe ir acompañado de movimientos eficaces que puedan poner freno o paliar los efectos en el empleo y en la economía de Aoiz. Es decir, responder desde lo local a lo global. Es evidente que cuando las respuestas mundiales a problemas de fondo del propio modelo socieconómico resultan difíciles de articular sería conveniente volver la mirada de nuevo hacia lo cercano. Y más en un circuito globalizado donde los especuladores que pueden quebrar un sistema monetario y el capital multinacional se mueven mucho más rápido que la sociedad, la ética y el poder político. Los datos no engañan. Las autonomías con mayor grado de autogobierno como Navarra y la CAV son las que mejor resistieron y con mayores fortalezas superaron los embates de la crisis de 2008 y 2011, apoyándose, especialmente en el caso de la comunidad vecina, en un tejido empresarial propio con un grado de innovación y valor añadido importante. El autogobierno se debe traducir en cohesión y bienestar social a través de la capacidad para gestionar unos instrumentos financieros y fiscales que permitan salir hacia adelante sumando energías para reconstruir un modelo social alternativo al fracaso neoliberal donde quepamos todos y todas.