a monarquía no solo es una institución anacrónica que colisiona con la Ley de Igualdad y con el sentido común. También es una privilegiada atalaya que históricamente ha sido aprovechada para perpetrar negocios muy alejados de los cauces legales. Por ello, sorprende más la filtración de algunas de las tropelías realizadas por el emérito que el hecho en sí de que las haya cometido quien precisamente gozaba de inmunidad para cometerlas. Como también llama la atención que quien preside el partido que ha sido condenado por corrupción salga en defensa de la cuestionada jefatura del Estado. Flaco favor le hace Pablo Casado a la monarquía. Si de verdad quiere reivindicar esta institución y tiene el convencimiento de que cuenta con el respaldo de la mayoría social, debe promocionar la convocatoria de un referéndum. Mientras no se haga, la monarquía española seguirá siendo una institución impuesta por un dictador genocida que ha sido dirigida durante 40 años por quien tenía en casa una máquina de contar billetes, que tiene al yerno en el trullo por chorizo y cuyo hijo varón y sucesor de la corona guarda un silencio vergonzante sobre los escándalos de su padre.