la espera de que se desvele el enigma sobre el paradero del rey emérito, se suceden las quinielas acerca de cuál será el destino elegido para proseguir con su desenfrenada vida. Todas ellas se nutren de informaciones más o menos fiables, que encajan con el círculo de amistades que se ha labrado aprovechando su linaje. La que más fuerza ha cobrado desde el minuto uno es la que apunta a que el campechano estaría en una exclusiva finca en la República Dominicana propiedad de los Fanjul. Una familia de origen cubano emparentada con Juan Carlos -la hermana de la abuela de este empresario del azúcar se casó con el hijo mayor de Alfonso XIII y por tanto abuelo del huido- que ha amasado su fortuna con el cultivo del azúcar. Pero la riqueza no la ha hecho precisamente trabajando, sino esclavizando a niños haitianos, como denunció en su día el misionero angloespañol Christopher Hartley Sartorius, cuyo relato le costó una dura persecución hasta ser expulsado del país el año 2006. De este pelaje son algunas de las amistades más estrechas del emérito, a quien como no le bastaba con la asignación multimillonaria que recibía todos los años de los Presupuestos del Estado -rondaba los ocho kilos hasta su abdicación-, cuadró sus cuentas con otros amigos muy demócratas como los saudíes que le atiborraron de pasta para tratar de lavar su imagen. Y con estos antecedentes, todavía hay quienes -televisión pública incluida- nos lo venden como el artífice de la transición. En fin. Para... y no echar gota.