a protagonista de La boda de Rosa, de Icíar Bollaín, se casa consigo misma. Rompiendo los estándares establecidos, apuesta por el matrimonio unipersonal, descarta a una parte de la tradicional pareja y apuesta por cuidarse, por sus propios medios y sin más compañía, en la salud y en la enfermedad durante todos los días de su vida. Este ejercicio introspectivo con trazos surrealistas puede que, como toda ficción, no esté muy lejos de la realidad. Un repaso en internet descubre varios casos similares de mujeres en los últimos años. Y la idea puede ir a más, también entre los hombres. Hago este preámbulo porque si para frenar a la covid los expertos siguen extremando las restricciones en el número de personas que pueden participar en reuniones de amigos o de familiares -que en lugares como la Región de Murcia ya está limitado a seis-, nos encaminaríamos, si una vacuna no lo remedia, a la situación extrema de convivir (si vale el término) de uno en uno: a hablar solos y a escucharnos a nosotros mismos. A vivir separados del rebaño. Tampoco nos vendría nada mal: tiempo para repasarnos de fuera a dentro, mirar en el espejo cómo somos o en lo qué nos hemos convertido. Y querernos un poco más. En fin, pura ficción.