l nuevo Ejecutivo de Urkullu supone la plasmación mimética del criterio de la ciudadanía expresada en las urnas, que avaló el bipartito reforzando la representación de PNV y PSE hasta hollar la mayoría absoluta por primera vez en dos décadas largas como herramienta de estabilidad para responder a la emergencia sanitaria y a las urgencias económica y social. La dinámica coherente de la política de la CAV se extiende también a la oposición bajo el liderazgo de una EH Bildu consagrada a las labores de estímulo y control gubernamental, ya sin la infausta violencia omnipresente en la agenda diaria. Esa congruencia del Gabinete del trilehendakari Urkullu, incluyendo a Mendía para evidenciar un plus de compromiso en tan crítico contexto -y para una mayor visibilidad del PSE-, refuerza también la cohesión en el Gobierno de Chivite, sostenido mayormente en torno al PSN y Geroa Bai como réplica lógica al frentismo que guió la constitución de Navarra Suma como adición a la diestra esencialista. Precisamente el conglomerado liderado por el redivivo Esparza representa el contrapunto discordante al aglutinar a un socio del PP, al mismo PP que pacta a cada ocasión con Vox y a una sigla como Ciudadanos que igual negocia con los ultras que con el PSOE. UPN habrá de aclararse en algún momento.