nvolvemos la vida con fragmentos de recuerdos. Unas veces los desclasificamos para solazarnos con ellos, para mirar hacia atrás con una mezcla de satisfacción y de nostalgia sana; otras, nos asaltan de forma imprevista para perturbarnos, para hacernos meditar y lanzarnos preguntas en diferido sobre aquellos capítulos mal cerrados y nunca resueltos, cosas que agitan por mucho que pase el tiempo. Todo ese bagaje está ahí, en el cerebro, conservado pero no clausurado. Un cajón con capacidad ilimitada, que absorbe pero que no permite el borrado aunque nos empeños en quitarnos de la mente todo lo que nos incomoda o nos duele. Sin embargo, ese proceso, el del olvido, llega de repente, casi a traición, y consume lo almacenado durante años como un virus que invade un disco duro. Como una cruel enfermedad degenerativa. Como la que afecta a más de cinco mil personas diagnosticadas de alzhéimer en Navarra según los últimos datos; una patología que reduce al ser humano a su mera presencia, a estar sin poder ser. Sin capacidad para compartir y sin opción de respuesta. Hoy es el día para recordarlos a ellos y a ellas. Para tomar un fragmento de su vida y llevarlo encima. Para resistirse siempre al olvido.