oy por hecho que la elaboración de los Presupuestos de Navarra para 2021 y la búsqueda de apoyos políticos que garanticen su aprobación en el Parlamento son las prioridades políticas ahora del Gobierno de Chivite. Navarra necesita nuevos Presupuestos con una dimensión financiera y prioridades claras para afrontar la situación de excepcionalidad en la que nos ha instalado la pandemia del coronavirus. Doy por hecho también, quizá apresuradamente, que la política estará a la altura de los intereses generales de los navarros y navarras y habrá nuevos Presupuestos. Lo contrario sería un fracaso político y un fiasco de la política a la sociedad navarra. Y me conformaría igualmente con que el proceso de diálogo para consensuar con una mayoría parlamentaria clara las nuevas Cuentas de Navarra se pareciera más bien poco a los vaivenes de la escenificación de la negociación presupuestaria de Madrid. Un teatrillo de reuniones, fotografías, apretones de manos, conferencias de prensa, lluvia de declaraciones, ahora con el vicepresidente Iglesias, ahora con la vicepresidenta Calvo, luego con la ministra de Hacienda Montero, avances y estancamientos. Con el añadido del barullo permanente desde las derechas políticas y mediáticas, acusaciones, mentiras, etcétera que convierte al Estado en un imposible. Basta seguir la última campaña de acoso y derribo contra el Gobierno de Sánchez por parte del sector más conservador y reaccionario de la judicatura española con la complicidad, como poco, de Felipe de Borbón. Es legítimo que las fuerzas políticas cuyos votos busca el Gobierno traten de obtener la máxima rentabilidad para sus intereses y el máximo rendimiento de imagen pública a su capacidad de influencia, pero la sucesión de escenas de este paripé presupuestario cansan, y mucho, a la sociedad. Harían bien Chivite y sus consejeros en ahorrarse buena parte de ese camino y atar los pactos discretamente hasta ofrecer a la sociedad navarra un acuerdo con contenidos tangibles, cuentas eficientes y prioridades imprescindibles. Lo demás resta más que aporta. Y harían bien también en diseñar esos nuevos Presupuestos centrando los objetivos ahora en la lucha contra la covid-19, el fortalecimiento de la atención social y la educación y el empleo. Navarra sigue teniendo la tasa de paro más baja del Estado y las perspectivas económicas y fiscales parecen ser mejores de lo previsto inicialmente, pero la capacidad de endeudamiento no será suficiente para afrontar esas grandes necesidades sociales. Resistirse a afrontar una reflexión sobre la fiscalidad foral, incluso aunque la caída de los ingresos sea finalmente menor de lo previsible hace unos meses, es una muestra de inseguridad política. Creo que el temor del PSN a debatir y avanzar hacia una política fiscal más progresiva y redistributiva en esta crisis excepcional no tiene que ver tanto con la cautela exigible a cualquier gestor de los recursos públicos como al miedo que mediatiza su acción política en esta cuestión por su discurso fiscal de la pasada Legislatura. No hay ninguna razón electoral, social o económica que impida en este momento repensar la contribución a las arcas forales de las rentas más altas, de las rentas de capital y de las deducciones del Impuesto de Sociedades. Si no es ahora por razones de eso que la política llama oportunidad, será el año próximo y antes que después.