oca arrimar el hombro, no queda otra. Poner de nuestra parte para que, ya que estamos mal, esto no vaya a peor. Ser realmente conscientes de lo que tenemos encima y lo que nos puede caer si no conseguimos construir un muro entre todos y todas para frenar la propagación de un virus que se sabe ya los atajos y que aprovecha los momentos de confianza y relax para expandirse a su gusto. Ser solidarios de una vez por todas y entender que de la suma de lo que cada uno o una hagamos puede depender el resultado final. Que no es que te contagies tú, es lo que conlleva para el resto. No es tiempo de esconderse en el qué hay de lo mío. Es tiempo de pensar de manera colectiva, de anteponer el bien común a los intereses particulares, sectoriales o partidistas. De distinguir lo verdaderamente esencial de lo que no lo es. Y, sobre todo, no seguir esperando a que nos confinen, como si fuéramos marionetas en este complicado escenario vital, cuando realmente los hilos los tenemos en nuestra mano. Si te paras y reduces tus círculos por unos días ya estás haciendo mucho, si te sigues moviendo como si el virus no fuera contigo no estás haciendo nada más que abrir la puerta a que las decisiones te las impongan cuando ya, como dicen, sea peor el remedio que la enfermedad.