é nada de medicina. Tampoco sé mucho de la pandemia de este coronavirus. Y lo poco que he ido aprendiendo apenas tiene bagaje suficiente para responder a las muchas dudas que me sigue creando esta situación de excepcionalidad. Procuro leer y escuchar a aquellas personas cuyas opiniones considero fundadas por su formación profesional y académica, ya sean médicos, epidemiólogos, sanitarios, economistas, sociólogos, etcétera. Unas me tranquilizan y otras lo contrario, acrecientan mis dudas, revelan mi desconocimiento e incertidumbre ante la falta de certezas sobre el origen de los aumentos constantes de casos o del camino hacia el que nos dirigimos en las próximas semanas y meses. Procuro opinar más bien poco y exponer percepciones o inquietudes propias más que convicciones incuestionables. Por eso me sorprende que también hay un volumen incontrolable de informaciones y opiniones inundado redes y debates políticos por parte de personas cuyo conocimiento de la pandemia es tan poco profundo como el mío. Una batalla encarnizada entre ellos por elaborar cuadros estadísticos y gráficas, por sumar y restar datos, por interpretar el futuro irremediable que nos viene. También afecta al periodismo: esa lucha, también encarnizada, por la audiencia que exige titulares alarmistas, aunque la información que les acompaña acaba casi siempre matizando el ruido del titular, cuando no desmintiéndolo. También sé que la estrategia de la crispación política no se detiene ante nada para alimentarse constantemente, ni siquiera ante un problema de la magnitud humana, sanitaria, social y económica como la covid-19. No sé por qué los datos objetivos en Navarra son malos, muy malos, vistos y leídos cada día en frío. He leído explicaciones de varios profesionales y sigo sin tener una idea clara. Pero sé que Navarra ha vuelto a ser utilizada como arma arrojadiza en la batalla política madrileña. Se han dicho y escrito cosas que no tienen que ver con la realidad sanitaria de la pandemia en Navarra. Se han falseado datos y manipulado estadísticas, porque Navarra ya se había convertido solo en un comodín más del juego de trileros en Madrid. Todo ello con el silencio cómplice de Navarra Suma, en especial de UPN, pese a los perjuicios que ello ha causado a la imagen de Navarra y a las consecuencias que de esa presión política se han derivado para sectores económicos y laborales. Tampoco sé si Navarra decidirá un cierre perimetral de Iruña o de más localidades los próximos días. Pero si es así, espero que la decisión se base en las necesidades sanitarias de protección a la ciudadanía ante la extensión y el crecimiento del coronavirus. Y no de esa presión política interesada que utiliza la salud de los navarras y navarros como moneda de intercambio político. Creo, lo he escrito ya varias veces, que lo prioritario ahora es la atención a la realidad de la covid-19 y a sus consecuencias de todo tipo, en especial a las humanas. Habrá tiempo después para reflexionar sobre lo hecho por los responsables políticos -y por la propia sociedad, por cada uno- en esta crisis, valorar los errores y aciertos, y las posibles responsabilidades. Ahora la prioridad es garantizar el derecho a la sanidad de los navarros y navarras con los mejores niveles posibles de utilidad, calidad y eficacia. Y ello sigue exigiendo responsabilidad, precaución y tranquilidad.