l sábado acompañamos a una patrulla de Policía Municipal y Foral por las calles del Casco Viejo de Pamplona. Fue el último fin de semana para que la ciudadanía se retratara antes de decretarse las últimas medidas. El operativo conjunto se saldó con 104 propuestas de sanción por las llamadas conductas incívicas, de ellas 70 fueron por no llevar mascarillas, 18 por hacer botellón y 8 por fiestas en pisos privados (el comportamiento de algunos estudiantes es más que denunciable), también en residencias estudiantiles. Ni las cifras de contagios ni las llamadas a la contención por parte de Salud han dado resultado. Por no hablar del juevintxo dos días antes. Aunque los bares tuvieron que adelantar el cierre a las diez, la gente quedó unas horas antes pero no se privó de salir. Es posible que desde las administraciones no se haya sabido transmitir convenientemente mensajes claros y directos para que, en especial la gente joven, se sacrifique. Durante el confinamiento lo hicieron por fuerza mayor pero a partir del verano la cosa se relajó y ahí está Mendillorri y la retahíla de las no fiestas. Seguramente hay que ir más lejos en la reflexión de lo que está pasando, a lo mejor lo que falla es que como padres, como tíos, como abuelos, y como sociedad, no hemos sabido educar a la gente joven en el sentido de la responsabilidad y respeto a los demás. Los que fuimos educados en una férrea disciplina seguramente tendremos otros defectos pero tenemos claro lo que significa cuidar a nuestros mayores. Por abrir otros debates...