a igual cuándo lean ustedes estas letras. O cuándo las escriba una y otra vez más o menos similares yo mismo. La inhumanidad es igual. Incluso con el tiempo va a más. 140 seres humanos al menos han fallecido ahogados, según la ONU, después de que el cayuco en el que viajaban para intentar llegar desde Senegal a Canarias se incendiara y hundiera. Ocurrió el 25 de octubre, pero un largo manto de silencio ha cubierto, una vez más, este inmenso drama. La ruta de África a Canarias es una de las más transitadas y peligrosas ahora en el camino por intentar llegar a un mundo con, al menos, algunas oportunidades para quienes huyen de otro mundo, el suyo propio, donde las oportunidades de una vida humana digna son simplemente ninguna. Es también la ruta de la que menos se habla pese a que esta ha sido la mayor tragedia migratoria en de este 2020. Desconozco cual es la cifra, no ya real, solo aproximada, de las personas muertas, por ejemplo en los últimos cinco años, intentando alcanzar fronteras de esperanza. En Europa, en EEUU, en Asia, en África, en Oceanía. Pero son decenas de miles de seres humanos que tienen una necesidad común: abandonar su hogar, su entorno social, su arraigo cultural para huir del hambre, la miseria, la guerra, la violencia, la explotación, el fanatismo, etcétera. Han pasado los años y miles de personas, niños y niñas, familias enteras han perecido en su búsqueda de una vida digna, ahogados en el mar o el río, desparecidos en los desiertos, en las fronteras y muros levantados contra la humanidad, asesinados, esclavizados o vendidos por las mafias de la indignidad. Esas fronteras son duras y crueles y las políticas de las administraciones, tanto en la UE como en EEUU, son crueles. Son el núcleo más bajo de sistema neoliberal capitalista. No es sólo una inhumanidad ética individual y colectiva, es sobre todo la consecuencia de la injusticia social y económica que se ha impuesto al mundo. No vale olvidarlo. Son las víctimas de esa otra cara: la de la explotación sin escrúpulos y la desprotección jurídica con personas migrantes con nombre y apellidos de seres humanos. También, hay que insistir, ocurre igualmente en esta misma próspera Navarra con quienes logran al menos terminar ese viaje que inician hacia ningún sitio en realidad. Ya ni siquiera a la tragedia le acompaña el fariseo alud de denuncias y solidaridad bajo la sombra de ideas como democracia, derechos humanos o civilización. Víctimas mediáticas y víctimas invisibles. Víctimas de las que todos hablan y víctimas de las que todos callan. Ya no será tarde mañana, hoy es ya muy tarde. Demasiado tarde. Para muchos ya no habrá viaje de vuelta. Un círculo vicioso que muchas veces, esta vez en la ruta hacia Canarias, acaba en una terrible tragedia humana. Sólo fríos números, sin nombre ni apellidos, para engrosar esa interminable lista negra.