o te llevo a ningún sitio porque eres tonta, abres la boca y dices una tontería... Era así, o sea, la moral por los suelos, totalmente. La más tonta, la más fea, siempre me he sentido así. Y así era mi vida". Es la historia de una mujer navarra de 64 años que vivió una violencia muy intensa a mano de su exmarido, que la aisló por completo. Éste y otros relatos quedan recogidos en el estudio promovido por el Instituto Navarro de la Igualdad que analiza la violencia machista en mujeres mayores de 50 años. Constatan que este grupo tiene normalizada e interiorizada la violencia que ejercen durante años sus parejas, empezando por la psicológica, lo que también se asocia a una menor autoestima, a la dependencia económica, a sentimientos de culpa y al miedo al qué dirán. Mujeres que sufren todo tipo de violencia también estructural. Su imagen se invisibiliza o se vincula con anuncios televisivos de compresas para incontinencias urinarias o cremas para dolores articulares, detalla con ojo el estudio. Es decir, se les relaciona con decrepitud y senilidad. Los hombres mayores en cambio tienen otro prestigio social, y ahí están las elecciones americanas sin ir más lejos. Por no hablar del "androcentrismo en la medicina" y el exceso de medicalización a la que les someten. Es decir, el abuso de ansiolíticos, antidepresivos y/o somníferos para tratar el malestar que, en realidad, genera "una estructura social que las discrimina". No son mujeres enfermas. Tienen muchísima vitalidad y capacidad de disfrutar de la vida. Pero han aprendido a ser sufridas y calladas. Y con muchísimas cargas, empezando por las familiares.