entre los dimes y diretes de cada día sobre el coronavirus o, estos días, los comentarios, alegrías, pesares, escepticismos o análisis -unos fundados, otros de charleta de taska- sobre las presidenciales de EEUU, se suceden acontecimientos en segundo plano injustos y abusivos a nuestro alrededor. Decisiones o propuestas que tienen mucho de interés particular y poco o nada de interés general. La campaña de Amazon para captar compras en Navarra a cambio de sugerir que destinará un porcentaje -irrisorio, por supuesto- de las posibles compras, en este periodo que se encamina hacia el consumo de fin de año, a los centros escolares es un ejemplo. Todo un compendio de ese marketing que hace del engaño el centro de una propuesta disfrazada de sugerente. En realidad, la oferta de Amazon se limita a un compromiso vago de destinar hasta el 2,5% de esas compras a los colegios que las impulsen a través de las familias, y por supuesto certifiquen su aportación, pero puede ser lo mismo el 0,1% que el 2,4%. O simplemente, nada. Es un abuso más de la posición de fuerza y descontrol regularizador de los que disfrutan las grandes corporaciones, en este caso del comercio. Un varapalo directo a un sector propio como es el comercio local, ya duramente castigado por los sucesivos cambios de costumbres en el consumo social y más aún por las consecuencias de la crisis derivada de la pandemia sanitaria. Utilizar la educación y a las familias de los alumnos y alumnas navarras como señuelos para su negocio es un ejercicio más de la competencia desleal en que estas macroempresas asientan su capacidad de copar el mercado. Y que haya apymas de centros que se hayan prestado a ello resulta increíble. No se trata de poner puertas al campo en la libre elección del consumo, sino de poner medios para que el consumidor no acabe condenado inevitablemente por falta de otras ofertas al yugo del monopolio. Educación ya ha vetado la campaña en los centros públicos y debería extender el veto a los centros concertados. Se sufragan también de los fondos públicos que salen de los impuestos de todos los navarros, también del comercio local. No así la gran venta online, que si paga impuestos, lo hace lejos de nuestras mugas. Aunque no es sólo responsabilidad de las instituciones, lo es también de los ciudadanos con su espacio de vida y convivencia. El comercio local, como la hostelería y otros sectores castigados por las consecuencias del coronavirus, es parte de ese espacio común. El esfuerzo, por pequeño que pueda parecer, será un acierto. Sin su participación nuestras ciudades y pueblos, nuestros productores locales y nuestro espacio rural y urbano no serán lo mismo. Y ese no mismo no parece que vaya a ser mejor. Ya hay campañas en Navarra para llevar ese gasto al comercio cercano, ése que con sus virtudes y defectos representa lo contrario al consumismo desaforado y extremo.