n esta Navidad hasta el momento nada o casi nada ha sido como siempre. Nos ha tocado cambiar, improvisar, readaptarnos. Vivir algo que no habíamos experimentado jamás. El tiempo nos dirá si es irrepetible o no, ojalá. La tradición, esa palabra intocable en nuestra sociedad, se ha cambiado. La covid la ha puesto del revés. Familias que no se han juntado después de muchos años de encuentros; personas que viven fuera y que no han vuelto a casa como otros años; ancianos que han optado por quedarse en las residencias, personas aisladas en sus cuartos por ser positivos en covid, familias enteras aisladas por ser contactos estrechos de otros casos. Camioneros atrapados en la frontera, apartamentos cerrados en las segundas residencias de invierno con pistas de esquí sin nadie que las baje; cenas casi íntimas en pareja o burbujas de convivencia, abrazos con mascarilla y brindis sin tocar las copas; sonrisas compartidas por vídeollamadas y más mensajes de ánimo que nunca. Esta Navidad es única. Y único sería el mejor regalo posible, el de conseguir fortalecer la barrera contra la covid. Tenemos la oportunidad de demostrar si realmente somos solidarios asumiendo que la conducta de cada uno y una revierte en el esfuerzo colectivo. Todos y todas nos podemos contagiar, pero saber que has puesto todo de tu parte para evitarlo hace más llevadera esa posibilidad.