o es lo mismo vivir con frío que tener frío, igual que no es lo mismo tener hambre que vivir con hambre. Lo que se tiene se puede cambiar, lo que se vive, difícilmente. Cambia cuando tras una jornada heladora regresas a tu casa y sientes calor, cuando tener la calefacción encendida es algo tan cotidiano, un mero gesto que ni valoramos lo que supone, más allá de su coste a final de mes, porque puedes asumirlo. Es duro vivir con frío, con esa sensación helada que se te clava dentro y te paraliza. Una sensación similar a la que se siente cuando algo te golpea muy dentro. El frío no deja pensar, me refiero a ese que se siente y que sabes que vas a seguir teniendo porque nada a tu alcance te permite entrar en calor por mucha manta que te pongas. Este arranque de año, que ha llegado con las temperaturas mas bajas que se recuerdan en gran parte del Estado, ha puesto de manifiesto la gran desigualdad que trae el invierno cuando muestra su lado más duro. Son miles las familias que no pueden encender la calefacción aunque la tengan porque no cuentan con recursos para ello. Cientos de hogares condenados a pasar a pasar frío y a que todo lo que acontezca en ellos sufra esa falta de calor, sobre todo si residen ancianos en riesgo y niños que tienen que estudiar en unas condiciones poco adecuadas para ello. No hay que irse lejos para ver esta realidad que no es otra que la llamada pobreza energética y que está detrás de muchas puertas de casas aparentemente cálidas. Solo en Navarra más de 18.000 hogares no pueden asumir hoy vivir sin frío. Una cifra heladora.