abes que estás ya mayor cuando lees un titular en DIARIO DE NOTICIAS que dice que la nueva vacuna de AstraZeneca que llega no se suministrará a los mayores de 55 años. Y sabes que ya estás excluido de la aguja y asimilado en esa idea de mayores de 55. Así, de un día para otro. No ya es que en casa escuches que aita está mayor cada vez más habitualmente o que te sientas tal cual cuando escuchas la música que uno de tus hijos oye mientras se ducha. O que repases una y otra vez la propuesta de nueva Ley Trans y no acabes de comprender del todo que se dice y que se propone en ese texto. No la critico, pero hay términos y planteamientos que quizá sí me pillan ya un poco mayor al menos. (Ironía). Es que los datos oficiales te sitúan directamente ya, con más de 55 años, entre el grupo de mayores. O al menos, en uno de ellos. Mientras esos mismos datos oficiales alargan la edad de la juventud administrativa hasta los 30 años, reducen el concepto que atrapa el significado de mayores a los 55. No sé, como si cada vez nos comprimieran más la vida. Ya sé que la vida, conforme pasa el tiempo, tiene mucho de seguir cumpliendo años. De avanzar sin dejar de mirar atrás, pero sobre todo con la vista puesta hacia adelante. No es poco esto de cumplir años. Nunca pensé que la nueva normalidad trajera, entre otras cosas que conforme avanzan los meses de esta pandemia de coronavirus me generan más dudas y sospechas, también un listado de mayores en función de, como en este caso, el acceso al proceso de vacunación. Un especie de selección burocrática, más que natural, que nos va distribuyendo en nuevas capas sociales. Las palabras nunca son elementos vacíos de significado. Siempre contienen una señal, aunque se trate de ocultar en lo más profundo de las letras que las componen, que dicen lo que realmente buscan significar. Aunque sean lo contrario a lo que significan en verdad. Por eso no me gusta mucho esa nueva selección de los mayores de 55. No me importa el concepto de mayor, la verdad. Se trata, de hecho, de llegar a ese tiempo de la vida y disfrutarlo y vivirlo lo mejor posible. Como cada tiempo anterior. No es eso. Se trata de otra idea, quizá un tanto absurda o quizá no. Conforme más se alarga la esperanza de vida, antes te empaquetan con la etiqueta de mayor. Ya digo que tampoco me molesta, es simplemente que intuyo algo turbio en ese progresivo empeño por segmentar a la sociedad en todo tipo de grupos, identidades, estadísticas, prioridades, etcétera. Como si se estuviera implantando, bajo el paraguas de todo lo que rodea a la crisis del coronavirus, por la puerta falsa exactamente eso, una nueva estructura de diferenciación social que apunta a un más de lo mismo de aquella vieja normalidad que ya casi hemos olvidado sólo que con otras normas y, al parecer, más restrictivas. Más prohibiciones y controles y menos libertades civiles y políticas.