e nuevo, amenazas fascistas contra el alcalde Alsasua, Javier Ollo, cabeza de lista de Geroa Bai en la localidad y militante del PNV. No es la primera vez. Ya el pasado septiembre fue sujeto de amenazas de muerte y de una campaña de odio, insultos y ataques desde la ultraderecha a través de las redes sociales y de sus medios de manipulación digitales. Ahora, como entonces, evidentemente, inaceptables desde el punto de vista democrático y de la ética política. Ollo es alcalde Alsasua con 10 de los 13 concejales del Ayuntamiento. Eso dice todo del aval democrático con que cuenta en su pueblo. Otro ejemplo de la facilidad con que los discursos políticos de la amenaza y el insulto se han instalado en la política diaria y han ido calando en capas sociales como únicos argumentos. Por ahí, sin duda, se cuela la legitimación del fascismo y se impulsa la agresividad que termina en agresión. Y no vale engañarse. La violencia mediática y la agresividad política se expande con un bochornoso dejar hacer político y judicial y el impulso de los grandes medios de comunicación. A Uxue Barkos, siendo presidenta de Navarra la pasada Legislatura, un panfleto de mandos militares le insultó y le amenazó y el Gobierno, entonces del PP, se llamó a andana. A la presidenta Chivite se le ha insultado ahora desde sectores que utilizan a las víctimas de ETA como instrumento partidista con la complicidad de partidos y dirigentes políticos de Navarra Suma. O el intolerable acoso a la familia del vicepresidente Pablo Iglesias y la ministra Irene Montero. O la escenificación pública y difundida por las redes sociales del simulacro de fusilamiento del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. De amenazas similares a las que ha recibido ahora Javier Ollo también fue objeto hace poco más de una década, con la firma del grupo Falange y Tradición, Koldo Pla, entonces concejal de NaBai en Ansoáin y destacado miembro de las asociaciones que trabajan por recuperar la memoria histórica de los asesinados, fusilados, perseguidos y olvidados por el régimen franquista. O más recientemente el periodista de DIARIO DE NOTICIAS Javier Encinas, jefe de la sección de Política y Economía -filoterrorista, sabemos donde vives, le enviaron inútilmente claro-, con un tono y una redacción muy similares a las que le han llegado ahora a Ollo. Sin olvidar el chat de militares alardeando incluso de su disposición al fusilamiento de 26 millones de ciudadanos. Son unos muy pocos ejemplos del volumen general de las numerosas campañas de amenaza, odio, señalamiento y persecución política que campan a sus anchas por la política española desde la progresiva irrupción de la ultraderecha en el panorama político. Ese es el caldo de cultivo político e ideológico que azuzan las bravuconadas graves y peligrosas de los políticos desde los altavoces institucionales y mediáticos, la polarización permanente y la descalificación como discurso político. Hay una responsabilidad política de las derechas detrás de esas campañas de odio, las firmen supuestos falangistas, fascistas o nazis. Esa legitimación política, mediática y social de la ultraderecha y del fascismo que recorre España es una excepción en las democracias de Europa. El primer partido de la derecha constitucionalista bautizaron a Vox los medios de Madrid tras superar al PP y a Ciudadanos en las elecciones de Catalunya. Es la penosa realidad.