arear la perdiz ha sido un deporte tradicional en el discurso político. Solo que ahora ha aumentado su práctica alrededor de cualquier hecho vinculado a la pandemia del coronavirus. Decía el alcalde Maya, sobre el anuncio del Gobierno de Sánchez de que el 9 de mayo se pondrá fin al estado de alarma un año después, que esa medida exige una explicación clara: si se acaba el estado de alarma porque, según el Gobierno central, hay instrumentos legales para poder aplicar medidas de restricción contra la expansión de la covid-19 sin esa cobertura por qué se ha mantenido hasta ahora. Tiene lógica. De hecho, la continuidad o no del estado de alarma, y sobre todo del toque de queda, que es la medida más efectiva, es una de esas cuestiones que ahondan en la ya cansina cofusión social. El pasado miércoles, tanto la consejera de Salud, Santos Induráin, como el director general de Osasunbidea, Carlos Artundo, insistían en la gravedad de la situación de esta cuarta ola del coronavirus en Navarra -por cierto, el 63% de los contagios en domicilios, menos del 5% en hostelería y nadie dice nada-, y en especial en la presión hospitalaria. Y consideraban necesario, con los datos actuales y las previsiones que manejan para las próximas semanas, ampliar las actuales medidas amparadas por el estado de alarma. Pero al mismo tiempo, el ministro de Trabajo, José Luis Campo, reiteraba, de visita en Iruña, que no hay motivos para ampliar ese mismo estado de alarma. Confío más en el criterio de Induráin y Artundo. Aunque también es cierto que he leído y escuchado a epidemiólogos defender una posición y otra. O a juristas avalar la posibilidad de mantener restricciones sin el estado de alarma y a otros argumentar que esas medidas que limitan derechos fundamentales carecen de cobertura legal sin el estado de alarma. Y así se marea la perdiz. Lo mismo que ocurre con la suspensión de los Sanfermines y las fiestas de verano en Navarra. Son un hecho evidente. El debate en la situación pandémica actual está zanjado porque son imposibles, confirmó el mismo Artundo. Pese a ello, Maya mantiene la incertidumbre y aunque da por hecho que no habrá Sanfermines de 2021, se reserva aún unos días para escenificar el anuncio al mundo mundial de una noticia que hace semanas que es tan pública como inevitable. Consejos vendo, pero para mí no tengo. Mientras, un militar de 35 años destinado en Aizoáin ha fallecido días después de recibir la vacuna de AstraZeneca. Sea o no vinculante, me conformo con que ahora no mareen la perdiz con el dolor humano también. Y pese a todo, es un placer periodístico leer las impresiones de los ciudadanos que acuden a recibir las dosis de las diferentes vacunas que está suministrando Osasunbidea en Navarra. Su actitud positiva y la esperanza y fortaleza y pocas dudas y miedos que trasladan contrastan con todo ese barullo político y burocrático. Pues eso, marear la perdiz para nada.