l anuncio del consejero Bernardo Ciriza de que Navarra contará con un pequeño tramo de alta velocidad entre Castejón y Campanas en 2026 parece más una chufla que una previsión seria. Por mucho entusiasmo que le pusiera Ciriza, no es sino otro ejemplo del devenir a peor que padece este proyecto ferroviario desde que se pusiera sobre la mesa del Gobierno de Navarra hace ya más de tres décadas. Más de 30 años de incumplimientos y retrasos para llegar a contar con un pequeño tramo de unos 70 kilómetros aislado tanto hacia el norte como hacia el sur. Un coste de 1.064 millones para un ahorro de tiempo de viaje de 20 minutos en la nada. Parece un chiste. Ni siquiera parece serio dar publicidad autocomplaciente a semejante ridículo. Pero la red ferroviaria de altas prestaciones en Navarra -el proyecto cambia de denominación periódicamente-, está abonada desde el principio al ventilador de la propaganda para ensombrecer la realidad de la pobreza de los hechos y desviar la atención sobre los enormes costes que está suponiendo esta monumental y faraónica nada en que ha acabado convirtiéndose. A estas alturas, tiene mucho más de cabezonería política que de realidad social. El sonsonete de impulsar las obras de construcción de la nueva red de ferrocarril de altas prestaciones en Navarra a costa de lo que sea. Que Navarra necesita modernizar su red ferroviaria y adecuarla a las demandas de viajeros y transporte de mercancías de este siglo XXI, incluida la necesidad de atender el equilibrio territorial y las comunicaciones comarcales, no lo pone en duda nadie. Es, de hecho, la clave que impulsa a futuro Europa para la movilidad y la progresiva descarbonización. La necesidad de impulsar un nuevo corredor ferroviario de norte a sur de Navarra que conecte con Europa a través de la Y vasca y con Madrid y el Mediterráneo a través de Zaragoza son un punto de consenso. Pero es precisamente eso lo que no ha ocurrido en más de 30 años y no se ve siquiera que pueda ocurrir en los 30 siguientes. Y ello suponiendo que en 2026 ese pequeño tramo aislado cumpla sus plazos, que visto los antecedentes es mucho suponer. Ni siquiera sabemos los navarros si se está hablando de un tren de alta velocidad (TAV) o de una tren de altas prestaciones (TAP) o de otra cosa distinta. Hasta el momento, el proyecto solo ha sumado ingentes costes de financiación de unas obras que no han aportado nada a la mejora de le red ferroviaria de Navarra ni a sus conexiones. Solo un cúmulo de años de incógnitas sin resolver. Porque no parece eficiente que si el objetivo principal es una conexión ferroviaria con Europa que facilite también la salida de mercancías y las exportaciones, las obras comenzaran en Cadreita y se siga siete años después de ello sin ni siquiera estar acordada la conexión con la Y vasca. Tampoco están asegurados los plazos del tramo entre Zaragoza y Castejón. Y queda por saber el futuro de la estación en Tudela, y qué ocurrirá con el bucle y la estación de Pamplona. Incógnitas que aumentan las muchas dudas sobre el TAV de la sociedad navarra. A este paso, la alta velocidad tardará casi 200 años en completar el corredor navarro. De risa. Una vez más todo se fía a otro nuevo largo plazo -el enésimo-, a unos 5 años vista. Todo es absurdo, inquietantemente confuso.