a crispación y el derrotismo no son buenos caminos para valorar situaciones. Menos aún si son excepcionales como esta de la pandemia del coronavirus. Pero tampoco es un buen camino incentivar la duda y el desconcierto por el miedo a tomar decisiones. Hay una percepción que parece generalizada en la sociedad navarra de que esta sexta ola ha vuelto a superar la realidad y ha derivado en una situación de caos. Seis de seis. 10.000 positivos solo la pasada semana en Navarra. Que las consecuencias de mortalidad e ingresos son muy inferiores a las de hace un año está claro. Y aún ello no evita que los datos no sean suficientes para atemperar esa sensación ciudadana y profesional de perplejidad y enfado. Seguramente, se acrecienta porque venimos de una situación en la que echando la vista atrás solo unas semanas la euforia ante la propaganda que anunció a bombo y platillo que la pandemia había llegado a su fin, según expertos y autoridades, impulsaba un estado de ánimo muy diferente. Algo que no era verdad, pero que todos queríamos creer. Y no ha sido así. Basta repasar estos primeros días de las Navidades, más tristes y vacías si cabe que hace un año. Lo peor ha sido en este caso la indeterminación en la emisión de mensajes claros a la sociedad sobre esa sexta ola. La Conferencia de Presidentes de la pasada semana fue un fiasco. El desvarío y algunas de las incomprensibles y estrambóticas sentencias de los tribunales han aumentado, sin duda, esa sensación de caos, pero no es una excusa suficiente. Ahora, Navarra recupera restricciones de olas anteriores que afectan sobre todo a la socialización de la vida. En el mejor de los casos, la decisión llega ya tarde. Sin olvidar que en los días de mayor expansión de la sexta ola, el Ayuntamiento de Pamplona y otros municipios ampliaron el horario para el ocio nocturno durante el fin de semana. Muy coherente. En el peor de los casos, pueden resultar ineficaces a estas alturas y con lo que se ha avanzado en la contención del coronavirus y de sus consecuencias, si se dice, y los datos lo confirman, que la situación social y las consecuencias sanitarias de la variante ómicron no son las mismas. Porque es evidente que todas y todos vamos a ser contactos directos de personas positivas en poco tiempo. Aplicar a esta situación muy diferente a las anteriores las restricciones de siempre y según a quién y cómo no parece muy eficaz. Y no solo se trata de la reiterada polémica por las restricciones ola a ola de coronavirus, sino de que también hay falta de claridad en qué hacer cuando el coronavirus llega a tu cuerpo o a tu entorno en esta nueva realidad del virus. Salud debería hacer un nuevo esfuerzo por clarificar todo ese desconcierto, si hay que aislarse o confinarse, quiénes, cómo se accede a los PCR... y asegurar la atención al ciudadano. No puede ser que nadie sepa nada durante días. Más aún teniendo en cuenta que atención primaria y urgencias están saturadas. Todo ello exige explicaciones e informaciones claras para que no se imponga el estado de galimatías y que cada uno actúe como le parezca. Que es lo que ya está pasando. Es necesario un Protocolo de actuación acorde con las circunstancias y necesidades de esta sexta ola sobre los pasos dar y dónde contactar. También llega ya tarde y de forma muy confusa.