La convalidación en el Congreso del decreto que modifica algunos aspectos de la reforma laboral de 2012 que impuso el PP ha derivado en una escenificación caótica de la inestabilidad política. Un batiburrillo de negociaciones, búsqueda de votos, ruptura de alianzas previas, desencuentros generalizados, reproches y amenazas han dejado en un segundo plano el contenido de fondo de los cambios que se introducen en el mercado de trabajo. El Gobierno de Sánchez ha sacado adelante de churro y a última hora la votación sin el apoyo de la mayor parte del bloque progresista que apoyó su investidura y ha mantenido hasta ahora el Ejecutivo de coalición de PSOE y Unidas Podemos. Quizá un primer paso hacia un periodo de incertidumbre sobre el futuro de la Legislatura. Y en ese escenario de barullo político permanente en el que se ha instalado la política española, lo que va mal, es susceptible siempre de empeorar. Es uno de los llamados Principios de Peter y lo malo de esos principios es que tienden a cumplirse. Es lo que le ha pasado a UPN. La necesidad de votos para aprobar los cambios en la reforma laboral le situaron en una posición privilegiada de protagonismo al acabar siendo, en el galimatías parlamentario, sus dos votos decisivos. Tras casi siete años en la irrelevancia política en Navarra derivada de su estrategia de autoaislamiento y de derechización de sus posiciones, más exageradas todavía en sus intervenciones en Madrid, Esparza se encontró con un hueco político y mediático importante que poder rentabilizar. Y esperó a última hora del miércoles para ello y anunciar que los dos diputados de UPN en la coalición Navarra Suma en el Congreso facilitarían la luz verde a la reforma laboral. El cambalache negociado con el PSOE a cambio fue obligar al PSN_de Pamplona a cambiar todo su discurso y posición municipal en el Ayuntamiento y salvar a Maya de su desastrosa gestión como alcalde. Echar marcha atrás en la reprobación por sus declaraciones xenófobas y apoyar las medidas presupuestarias de Navarra Suma en Iruña que ya había rechazado. Un chantaje político que situaba a Esporrín y al PSN en una posición más que complicada, humillante. Pero de nuevo, todo lo que va mal puede empeorar. Los dos diputados de UPN, Carlos García Adanero y Sergio Sayas, se desmarcaron y criticaron con dureza la decisión de Esparza y ni el cambalache de Iruña parece que resultó suficiente para sectores de UPN que preferían no cambiar la reforma laboral de Rajoy que votaron y apoyaron con entusiasmo político en 2012. Pero García Adanero y Sayas aún fueron más lejos y tras anunciar que respetarían la disciplina de voto ordenada por Esparza, votaron en contra dejando a Esparza y a Maya en ridículo y en evidencia a un PSN_que había aceptado el chantaje y lo había cumplido en el Pleno de Pamplona poco antes de la votación de la reforma laboral en el Congreso. Un despropósito político total. Pepelón irresoluble. Y la bronca interna y pública en UPN ya es inevitable y el alcance de sus consecuencias aún difícil de prever. Una división que se extiende una vez más a la coalición Navarra Suma. Sin duda, la votación de ayer en el Congreso va ser mucho más importante de lo que quizá hoy aún se pueda intuir. En el Estado y también en Navarra.