olver a visibilizar las desigualdades y la fuerza del feminismo es la corriente que recorrió ayer muchas de la concentraciones, marchas, acciones y reivindicaciones que volvieron a las calles, a las plazas, a las universidades, a los centros de trabajo, a las casas... en una jornada que marcó la vuelta a la fuerza colectiva tras el forzado parón por la pandemia, en una lucha que realmente no se ha detenido nunca, porque todos los días son o deberían ser nuestro día, el de todas las mujeres, en cuanto a lo que tratamos de denunciar y de conseguir. Pero si algo ha quedado claro tras este 8-M es la necesidad de seguir unidas, de sumar y no restar en una causa en la que cada grieta que se abre puede ser un nuevo abismo. Unidad que admite diversidad. Juntas aunque revueltas. Diferentes caminos para llegar a un mismo destino, para celebrar el final del viaje como un paso más en nuestras reivindicaciones, aunque cada una haya decidido realizarlo a su manera, con sus convicciones, sus diferencias, su propia mochila cargada de razones. Vivimos un momento complicado, siempre lo ha sido a la hora de hablar de desigualdades entre hombre y mujeres, pero ahora lo es más ante un nuevo contexto de crisis tras dos años de pandemia y con la guerra de Ucrania y la crisis humanitaria que afectará doblemente a las mujeres. Por eso es tiempo de sumar, que para restar ya están otros que nos quitan bastante el resto del año.