Ha muerto Luis Roldán. Fue Delegado del Gobierno con el PSOE en Navarra -al cargo le llamamos virrey desde la Conquista de 1512-, y de aquí dio el salto a Madrid como director general de la Guardia Civil. Su fulgurante carrera política terminó de forma abrupta con una condena a 31 años de cárcel por saquear recursos públicos. Qué tiempos. Comienzo de los años 90 cuando estalla el caso Urralburu. Una trama urdida en Navarra para cobrar comisiones ilegales por la adjudicación de obras públicas bajo los auspicios del testaferro de Roldán (Jorge Esparza) que salpicó directamente al entonces presidente del Gobierno de Navarra, Gabriel Urralburu, y a su consejero de Obras Públicas, Antonio Aragón. Ambos fueron condenados a cuatro años de cárcel, que, por descontado, no cumplieron en su integridad.

El desaguisado del cobro de comisiones ilegales en Navarra derivó luego en la aparición de cuentas secretas del PSOE en Suiza, un hecho que llevó a la dimisión también de su sucesor al frente del PSN Javier Otano y tumbó el Gobierno de Navarra formado en 1995 entre los socialistas, EA y CDN -la escisión que lideró Juan Cruz Alli en UPN-, con el apoyo de IU. El caso Urralburu hundió al PSN y le dejó al albur de UPN durante más de dos décadas, hasta que en 2019 María Chivite recuperó la presidencia Navarra con otro Gobierno de coalición con Geroa Bai y Podemos y el apoyo externo de I-E y EH Bildu. A Roldán sus fechorías en Navarra le pillaron ya en las altas esferas del poder felipista en Madrid -camino de ser nombrado ministro, manda huevos-, y todo fue a peor y la mierda se desbordó. Le cazaron haciendo lo mismo que había hecho en Navarra solo que en la misma Guardia Civil. La España que madruga. Está escrita en el Lazarillo de Tormes y su autor no fue capaz de firmarlo y lo dejó como Anónimo. Las informaciones sobre Roldán lideraban cada día los periódicos y revistas -incluidas una grotescas fotos en una casa de Zizur en calzoncillos en una orgía cutre-, en un momento en el que Felipe González ya estaba señalado por la sucesión de casos de corrupción. Y apuntado como la X terrorista de los GAL. En ese contexto, Roldán protagonizó una rocambolesca fuga. Era 1994 y deambuló 10 meses por el mundo hasta que finalmente fue localizado en Laos y detenido en Tailandia por un tal capitán Kan.

Con el Cesid, hoy CNI, por medio. Un desenlace cochambroso propio de la trama berlangiana que protagonizó. Finalmente, fue condenado por el Tribunal Supremo a 31 años de prisión, condena que cumplió en 2010, apenas la mitad de los años de cárcel iniciales. Más allá del irreparable daño causado a las arcas públicas, el devenir de la historia ha demostrado que aquellos escándalos no han servido para poner coto a la corrupción. Que ha seguido campando a sus anchas , que ha afectado a los grandes partidos y especialmente la última década al PP, que aún acumula graves casos en los tribunales. Lamentablemente, la pregunta que se hace la ciudadanía no es cuántos Roldanes quedan en la cárcel -la mayoría de los protagonistas de la corrupción no ha pisado la cárcel y los que lo han hecho han tenido mínimas condenas y ya están en la calle, por supuesto sin devolver lo saqueado-, sino cuántos permanecen en las instituciones traficando influencias y manoseando fondos públicos asidos a las prebendas del partidismo político.