l golpe de efecto que Pedro Sánchez dio en la cumbre de la UE en Bruselas, que sirvió para que lograra su objetivo de poder afrontar desde Madrid los escandalosos precios de la energía, supuso un balón de oxígeno para un presidente acorralado por varios frentes. Tras salir airoso políticamente de la pandemia las consecuencias de la guerra de Ucrania pueden hacer tambalear su proyecto político, que creía tener encauzado hasta las elecciones de 2023 y acabar con su carrera política. En pocas semanas ha visto cómo el alza de la energía, las protestas de los transportistas, las críticas de algunos de sus aliados políticos, la creciente tensión con sus socios de Podemos o la mala gestión sobre el cambio de postura sobre el Sahara le acorralan y generan una estabilidad del Gobierno que se intuía plácida tras la crisis del PP. Pero esta coctelera que puede resultar explosiva está exacerbando el malestar y el hartazgo de la ciudadanía que tras el covid soporta desabastecimientos y subidas de precios sin parangón. Su semblante en público cada vez es más serio y tendrá que acertar con sus medidas económicas, las primeras mañana martes, ante una población que ya no puede más. Feijóo ya no es el principal enemigo, sino las consecuencias de la guerra. Está contra las cuerdas, pero de su capacidad de gestionar esta imprevista y devastadora crisis dependerá su permanencia en La Moncloa.