El Gobierno ya ha reunido a los bancos para explicarles cómo va a ser el impuesto especial que va a gravar sus beneficios durante dos años, este y el que viene, y por el que pretende recaudar unos 3.000 millones de euros. Es un impuesto único en Europa, de carácter temporal y con un marcado objetivo de reforzar el gasto social en una época difícil en la que sin acabar de superar la crisis de la pandemia hemos caído en la enésima crisis económica.

Los bancos, claro, se han puesto de uñas y dientes. Total, en 2021 las entidades de la Asociación Española de Banca (AEB) sólo ganaron 15.125 millones con una rentabilidad por encima del 9% que superó los niveles prepandemia. Defender sus intereses y los de sus accionistas (reconociendo de antemano su función social y creadora de riqueza) no debería estar reñido con la solidaridad hacia los más apremiados por la crisis.

Arrimar el hombro no está de más, sobre todo teniendo en cuenta que el sector recibió unos 58.000 millones de dinero público en el rescate bancario de hace una década y el Estado apenas ha recuperado 6.000. Por su puesto sin trasladar estos costes a los clientes, algo a lo que son muy dadas estas grandes corporaciones que casi siempre se salen con la suya. Por que, como en los casinos, la banca siempre gana.