Se vende. Un cartel sorprende estos días a quienes no frecuentan esa esquina de la calle Olite, a la gente que solo por San Fermín acostumbraba a hacer escala en ese bar, bien para almorzar, comer o dar un sorbo largo antes de sumergirse en el flujo rojo y blanco que llega en última oleada a la plaza de toros. Para quien no estaba informado, es un persianazo importante; El Ruedo, entre otros servicios, siempre daba auxilio a los grupos que habían alargado el vermut olvidándose de comer. Sobre el asfalto hoy vacío de mesas y sillas el camarero siempre encontraba un hueco para sentar a los hambrientos y rescatar algún plato del menú.
Una actitud con la clientela que recordaba al desaparecido Larumbe, con aquella acera que parecía infinita a la hora de acoger comensales. El Ruedo ya había echado el cierre hace unos meses, aunque sea ahora cuando se le ha echado más en falta. Atrás quedan 42 años de actividad desde que tomaron el negocio Feli Nieto y Vicente Lacarra, según recordaba Patxi Cervantes. Estos días, tras la persiana, aquella emblemática cabeza del toro Billetero, un miura lidiado en 1977 que vigilaba desde lo alto de la pared el trajín de la barra, espera a un emprendedor que lo vuelva a sacar al ruedo de la hostelería.