Dice la RAE que dechado es ejemplo, modelo a imitar. Y esto es lo que hemos querido expresar en nuestro titular, con el que sin duda alabamos la gestión del parque hortícola de Arantzadi. Decimos esto de antemano para que nadie se lleve a equívoco y lea la palabra desecho (residuo despreciable) donde hemos querido poner, y hemos puesto, dechado. Y es que tanto nuestro Ayuntamiento como la empresa Fundagro han exhibido tal elenco de aciertos que no podemos menos que difundir este ditirambo.

En primer lugar, la exactitud. El 13 de diciembre pasado, Fundagro presentó su previsión de ingresos. Con precisión matemática, determinó en 9.027,63 los m2 de huerta. Dos semanas después, el 26 de diciembre, los técnicos de la empresa establecieron la misma superficie en 7.144,45. No acabó ahí su rigor topográfico, pues poco después ofrecían para el cultivo la friolera de 60 parcelas a 100 m2. O sea, 6.000 m2, guarismo que coincide exactamente con los dos anteriores.

Pero no dejemos en números la virtud, pues este parque será adalid también en cuestiones más prosaicas, como los valores humanos. Nos referimos al pago del agua de riego. En una muestra de solidaridad, el líquido elemento pasará por un único contador cuyo consumo pagarán los usuarios a escote. Como a Fundagro le saldrá gratis, falta por conocer el precio, pero nadie dude que será equitativo.

También es de celebrar el empeño que han puesto en agilizar trámites. Así, quienes soliciten una huerta tendrán que llevar al Ayuntamiento el certificado de empadronamiento y un justificante de estar al día con la Hacienda local. Documentos que emite el propio Ayuntamiento. Vaticinemos, pues, el recorrido: ir a las oficinas municipales, sacar esos dos justificantes, salir, dar media vuelta, entrar de nuevo y depositarlos en la misma ventanilla. ¿No es genial?

Habrá quien piense que virtudes tan sublimes justifican el titular de este artículo, una percepción propia de alguien no familiarizado con los alardes de excelencia con que nos colma nuestro Ayuntamiento. Este festival de bondades continúa con la puntería que deriva de un conocimiento profundo de la ciudadanía pamplonesa. Las huertas son un ocio agradable, ¿quién se atrevería a opinar distinto? El ciudadano medio, un domingo cualquiera sale de la sauna, coloca los palos de golf en el maletero, se sacude sus dockers y va a la huerta donde respira aire puro, abona los tomates y ejercita las lumbares al ritmo de la azada, con cuidado, eso sí, de no mancharse los mocasines. Luego, el lunes, en la oficina, enseña las fotos de sus lechugas a sus subordinados, con quienes mantiene una relación de autoridad no exenta de cercanía. ¿Acaso hay gente en paro, o algún grupo ha pensado en cultivar para cubrir necesidades básicas? Aquí esto no pasa. Pero por si hubiera alguien en esa situación, que cosas más absurdas ocurren, los técnicos han tenido una idea fantástica: cobrar 400 euros al año por huerta. Así previenen tentaciones de subsistencia, y cubren los siguientes gastos:

11.000 euros al año en un conserje que evitará robos en las verduras cuidadas por las gentes de bien. Este conserje hará guardia durante dos horas al día, y llegará a un acuerdo con los trileros para que no roben fuera de su horario.

7.500 en cursos de formación para hortelanos. 60 horazas al año. Habíamos pensado que esta útil actividad transcurriría solo durante el primer año, pero se extenderá durante toda la concesión. Nadie, ni el más sagaz soñador, había imaginado la posibilidad de que este parque contribuyera a elevar el nivel cultural de la ciudadanía. Los hortelanos, deducimos, saldrán con postgrado y doctorado en huerta.

En este panegírico hemos tratado de glosar una realidad, pero sabemos que no es posible hacer justicia ante tamaña opulencia. Como parte de la ciudadanía pamplonesa, solo nos queda esperar la recogida de la primera lechuga. Presentes los medios de comunicación, el alcalde y todos los implicados en la gestión de este parque de las virtudes; el hortelano, con pericia propia de un experto pues ha sido formado por los mejores formadores, tronchará una hortaliza cara porque lo bueno cuesta. La vestirá con la faja y el pañuelico y la levantará victorioso hacia el sol que eternamente brilla en el cielo de nuestra ciudad. Toda la precisión matemática, la solidaridad, el ahorro de burocracia, el conocimiento social de la ciudad, la cultura, la capacidad de diálogo con los rateros, y la inversión de 400 euros y horas de sufrido ocio dominguero encarnados en esa maraña de hojas verdes que pronto será ingerida por una familia de las de bien. De esas que los domingos, después de misa, comparten mesa orgullosas de vivir en una ciudad que cuida por que a su ciudadanía nunca le falte de nada.

Firman este artículo: Edurne Eguino, concejala de Izquierda-Ezkerra en el Ayuntamiento de Pamplona; Teo Ronco y Raúl Ciriza, miembros de I-E Iruña