Idealismo político o quijotismo
En El Quijote, el genial Miguel de Cervantes desarrolla un asunto y un contenido de profundísimo calado y enorme trascendencia desde muchos puntos de vista, también desde el político, a saber, si el idealismo, el altruismo, la generosidad máxima, la entrega sin medida constituyen características y rasgos propios de personas enajenadas, trastornadas, o, por el contrario, virtudes morales del todo encomiables, pero ausentes normalmente de la realidad social por el pragmatismo, el realismo y el materialismo dominantes. No cabe duda de que se trata de un tema universal y con plena vigencia en nuestros días, con una aplicación muy provechosa para analizar la situación política actual de cualquier país, por ejemplo, del Estado español.
En este sentido, comprobamos día tras día que muchos políticos españoles han llegado a ocupar cargos muy relevantes no debido a su vocación de servicio a la ciudadanía, sino pensando en exclusiva en sus intereses particularistas, en su ambición y su codicia, mintiendo, robando? sin escrúpulos. Por lo visto, una parte de la clase política llegó hace tiempo a la conclusión de que idealismo y altruismo son sinónimos de locura y estupidez y que lo práctico, lo sensato, lo racional y lo cuerdo es pensar solo en uno mismo sin pararse a considerar los aspectos morales de la responsabilidad política y de la gestión de lo público, sin valorar el desmedido sufrimiento y la angustiosa pobreza que genera su comportamiento deshonesto en amplias capas de la población. ¡Qué lástima que no hayan profundizado en tan amena e ilustrativa lectura! Don Quijote ha alcanzado la inmortalidad y ellos, en cambio, están cayendo de bruces en la ignominia y la defenestración.
En Navarra lamentablemente no se puede afirmar que los políticos de UPN y de su exsocio, el PSN, hayan basado su gestión política en las enseñanzas morales que nos brinda la imprescindible obra cervantina. El fraudulento pero lucrativo sistema de dietas y sobresueldos ya puso de relieve la naturaleza de su vocación política. En Barcina el deseo de riqueza material se ha manifestado de un modo un tanto obsceno. No deja de causar perplejidad y estupor que se subiera el sueldo un 33% apelando a un complemento de responsabilidad que, en tanto la crisis golpeaba muy duro a la sociedad, se revelaba como especialmente irresponsable. En ese afán de lucro sus cómplices han seguido su estela de podredumbre e infamia.
Siempre será preferible mirar hacia adelante, pues existe una esperanza fundada en que la gestión política en esta tierra va a tomar un cariz y un curso diferentes. Los partidos del cambio político, al parecer, están de acuerdo en que la prioridad del próximo Gobierno habrá de ser combatir la pobreza, el desempleo y la precariedad laboral. Ahora bien, no se puede renunciar a exigir responsabilidades a los gobernantes que han esquilmado los recursos públicos. La desaparición de Can, el futuro hipotecado de Osasuna, las obras faraónicas como el recrecimiento del embalse de Yesa, el pabellón Arena o el circuito de Los Arcos, los sobrecostes en la autovía del Camino o en el proyecto fallido del museo de los Sanfermines, entre otros, son asuntos inconclusos que requieren de investigación y de los que habrá que dar cuenta a la ciudadanía y, si procede, a los tribunales de Justicia. El nerviosismo que muestran por tener que abandonar el poder y ceder sus cargos posiblemente esconda, no solo un mal perder, sino un profundo temor a dejar de gozar esa indignante impunidad que ha permitido su proceder inmoral. Don Quijote habría arremetido, sin dudar, contra esos gigantes. Esta vez, Sancho pueblo, que diría Gabriel Celaya, no avisa que sean molinos de viento, sino políticos corruptos, cínicos, hipócritas, malandrines que han saqueado y vendido Navarra.
El autor es escritor