Siempre he sido y siempre seré demócrata. Pero con los resultados que se han dado a conocer de las elecciones norteamericanas dan ganas de mandarlo todo a paseo y volverse por un tiempo monárquico, o como mínimo tecnócrata, con tal de que no lleguen al poder nunca más elementos como Donald Trump.
Ahora entiendo que no fue tan excepcional lo que pasó en Alemania en 1933, o más recientemente lo del Brexit o el referéndum de paz en Colombia. Da la sensación que la gente en general es cada vez más ignorante votando.
Lo que ha pasado en EEUU es el mejor ejemplo del riesgo de las votaciones abiertas en una sociedad que no mide las consecuencias de lo que está votando. En una votación abierta puede pasar cualquier cosa, y vemos cómo desgraciadamente ya empiezan a ser habituales los episodios de referéndums o elecciones donde está saliendo vencedora la opción política menos deseable.
Lo que ha sucedido en Norteamérica me permite comprender algo más una cosa sobre la cual ya reflexionó el filósofo Platón hace ya casi 2.500 años, y lo acertado que estuvo.
Platón señalaba que el mejor sistema político era la aristocracia real (monarquía) y después venía la aristocracia de los virtuosos (aquí estaría englobado más o menos un gobierno dirigido por tecnócratas). Por el contrario, colocaba a la democracia como el segundo peor sistema político, siendo solamente peor que ésta la tiranía.
Además, haciendo un análisis realista, el filósofo añadía que la democracia sin ningún tipo de control y garantía corría el serio riesgo de que por su esencia tarde o temprano acabase degenerando en una tiranía.
Creo que Platón pensó verdades como puños: la democracia cuando la gente no tiene cultura democrática y no es capaz de medir y conocer las consecuencias de lo que está votando, corre el serio riesgo de que ésta encumbre al poder a dictadores o personajes impresentables como Donald Trump, y por lo tanto acabe convirtiéndose como mínimo en una demagogia populista, si no en un gobierno tiránico.
Tiempo al tiempo, a ver por ejemplo qué pasa en 2017 en Francia con Marine Le Pen, pero lo que está claro es que esto está tomando un cariz peligroso que se está extendiendo ya a muchos países del mundo, entre los cuales ya figura la primera potencia mundial.
Con episodios como las recién concluidas elecciones de Estados Unidos y otros descalabros electorales de este ominoso 2016 en lo político a nivel global (España tampoco se queda atrás), uno mira al futuro con pesimismo.
Ojalá esto sirva de escarmiento para que a partir de ahora, respetando eso sí las ideologías de cada uno y el pluralismo de la sociedades democráticas avanzadas, la gente vote con valores y principios, o como mínimo que vote pensando en las consecuencias que puede tener su voto para su país, región o ciudad, para que así luego no haya lamentos y lloros durante cuatro o cinco años hasta la próxima cita electoral.