La vorágine del consumo
Acabamos de finalizar las fiestas navideñas. Un tiempo de encuentro, de disfrutar de la familia, de los amigos. Pero también un tiempo de gran consumo, cada ciudadano en este país habrá gastado durante estas fiestas un promedio de 300 a 400 euros extra. Y sin reponernos de esos gastos, entramos en las rebajas de invierno, dando facilidades los comercios, abriendo hasta los domingos, amén de las modas de consumo, como los Viernes Negro o Black Friday, en los cuales hay unos importantes descuentos en el precio de los artículos ese día todo ello va encaminando al ciudadano para que su tiempo de ocio sea cada vez más un tiempo de compra y consumo de artículos y bienes aunque no sean necesarios; lo que importa es estar siempre consumiendo, para estimular la economía.
Recientemente asistí en el centro cívico de la avenida Pío XII a la proyección de un documental patrocinado por la Fundación Vicente Ferrer sobre el impacto negativo de la industria textil de la moda rápida en el medio ambiente y en los países productores como Camboya, Vietnam, Bangladesh y Brasil.
Así, en dicho documental se afirmaba que hoy estamos comprando más ropa, consumiendo más artículos, usando más recursos y pagando menos que en cualquier otra época. Al mismo tiempo, hay unos estragos ambientales insostenibles y un récord de accidentes laborales en factorías, recordemos el incendio de un edifico de talleres textiles en Bangladesh en abril de 2013, donde murieron 300 trabajadores y más de 1.000 heridos, debido a las malas condiciones laborales. ¿Qué hubiera pasado si esta desgracia hubiera ocurrido en Europa?
Mae West, la estrella de Hollywood e icono de estilo, dijo alguna vez: “Demasiado de algo bueno puede ser maravilloso”.
Vista de manera casual, pensarías que esta frase podría describir con exactitud la industria de la moda. La disponibilidad de una interminable oferta de prendas de bajo costo ha detonado un torbellino de color y belleza, lo que le da a la gente la oportunidad de expresarse a sí mismos, inclusive si tienen un presupuesto limitado, y estampar su identidad en el mundo. Hasta hace unos años, la moda se limitaba a dos temporadas, primavera-verano y otoño-invierno, pero ahora hay más, como la crucero, que busca llenar los supuestos entretiempos, se producen una media de 52 temporadas de ropa al año. Esta dinámica conduce a mucha gente a sentirse continuamente descontenta y esa frustración es buena para el negocio. Pero al final del día tenemos que preguntarnos si vale la pena llenar un vacío psicológico yendo de compras, mal psicológico que marca a la sociedad contemporánea: el consumismo. En las últimas dos décadas, la compra de ropa en Estados Unidos se multiplicó por seis. Lo mismo podríamos decir de nuestro país, no hay más que pensar en nosotros mismos y no digamos de los adolescentes y ver la cantidad de ropa que todos, compramos al año sin necesidad, tentados sobre todo por su bajo precio o low cost.
Pero la oscura verdad sobre el negocio de la moda es que demasiado de algo bueno produce una destrucción ambiental y desgracia humana en una escala sin paralelos. Y hay que dejarlo en claro: no hay nada hermoso cuando miras un río contaminado por tintes tóxicos o un obrero textil sobrevivir con una miseria por soportar condiciones laborales peligrosas en talleres ínfimos. La industria de la moda rápida es la segunda industria más contaminante del mundo, por detrás de la del petróleo a su aporte al efecto invernadero, el empleo de millones de litros de agua para teñir las prendas y las cantidades ingentes de basura derivada de su desecho se suma el uso de químicos y semillas transgénicas en el cultivo de algodón.
Ninguna industria depende más de la mano de obra que la moda. Uno de cada seis trabajadores está relacionado de alguna manera con este sector, y se calcula que en el mundo hay unos 40 millones de obreros del textil, de los cuales el 85 por ciento son mujeres. Buena parte de estas personas son menores de edad, cobran 2 dólares al día, trabajan en condiciones peligrosas, son oprimidos, golpeados o hasta lisiados.
La organización ambiental Greenpeace desarrolla una campaña para que la industria textil erradique los químicos tóxicos y hay una creciente presión para conseguir que los confeccionistas de ropa obtengan salarios dignos para mantenerse a ellos mismos y a sus familias.
Sirva todo esto para concienciarnos y ser unos consumidores responsable y críticos, conscientes de que nuestras decisiones de compra tiene consecuencia directa en el medio ambiente y afectan a miles de personas a escala planetaria; aquí la responsabilidad es enteramente nuestra no de los políticos ó líderes mundiales. No se trata de dejar de comprar, artículos de ropa en este caso, pero sí de comprar menos prendas y rechazar aquellas de bajos precios, teniendo en cuenta no solo la calidad y el precio del artículo sino también su impacto ecológico y social; teniendo siempre presente el origen de las prendas y su procedencia, guiándonos siempre con criterios de sostenibilidad del medio ambiente y promoviendo una economía sostenible para los países productores, bajo las reglas de un comercio justo; esto es una relación comercial voluntaria y equitativa entre productores y consumidores.El autor es delegado de CCOO