Evaristo había nacido en un pueblo de la España rural y profunda a finales del primer cuarto del siglo pasado. Pasó toda su infancia y adolescencia, en pleno periodo de la posguerra civil, ayudando a su padre realizando las tareas agrícolas en las pocas tierras que poseían.

Los planes de desarrollo económico llevados a cabo a principios de los años sesenta por el franquismo, hicieron que Evaristo abandonase el pueblo y se trasladase a la capital a trabajar en la cadena de una multinacional americana dedicada a la fabricación de automóviles. Compaginaba su trabajo en la fábrica con las labores agrícolas en sus tierras, lo que le llevó a poder mantener económicamente a su familia. Una familia numerosa, como era lo habitual por aquella época, ante la inexistencia de cualquier medida de planificación familiar.

El hijo mayor, Evaristo segundo, cursó estudios por la rama profesional, llegando a sacar el título de perito industrial, lo que le permitió desarrollar su labor profesional en la misma fábrica en la que trabajaba su padre.

Evaristo segundo participó activamente en las movilizaciones sociales y laborales que se produjeron a lo largo de los años setenta y que trajeron consigo la creación del estado de bienestar, la revalorización de los salarios y la consolidación de la clase media, permitiéndole mantener una capacidad económica autónoma, por la que pudo desarrollar una vida marcada principalmente, en el devenir de los años, por las directrices económicas dictadas por el neoliberalismo.

Evaristo segundo tuvo una hija, Evarista tercera. Esta joven, nacida en la década de los años noventa, realizó estudios superiores, varios másteres y dominaba tres idiomas. Accedió a un puesto de trabajo en una gran empresa tecnológica. Pero la evolución del sistema neoliberal hacia las plutocracias, arrasando a su paso con cualquier resquicio del estado de bienestar y denigrando las condiciones salariales de las trabajadoras, hizo que Evarista tercera retrasase, hasta pasados los treinta años de edad, su emancipación del domicilio familiar.

Para el logro de la mencionada emancipación, contribuyó de forma decisiva el fallecimiento de su abuelo, Evaristo primero, el cual, a la edad de noventa y cuatro años, dejó este mundo después de disfrutar de su jubilación que empezó a la edad de sesenta y cuatro años.

Evaristo segundo, que había iniciado ya su periodo de jubilación y carecía de estrecheces económicas, destinó la herencia de Evaristo primero a solucionar las dificultades que Evarista tercera tenía para su emancipación. Tras lo cual, Evarista tercera gozó de un periodo de tranquilidad económica durante el cual tuvo una hija. Evarista cuarta.

Evarista cuarta también decidió realizar estudios universitarios, pero las condiciones para estudiar en la universidad habían cambiado. La eliminación del estado de bienestar, junto con la privatización de la educación y la sanidad pública, le ponían muy difícil a Evarista tercera el poder ayudar económicamente a su hija para realizar sus sueños.

Es por ello que cuando Evaristo segundo tuvo un pequeño achaque en su salud, pero dada la desaparición de la sanidad pública dicho achaque le obligaba a gastar ingentes cantidades de dinero para su cura, decidió, de conformidad con su familia, abandonar este mundo. Cosa que hizo a la edad de ochenta y cuatro años, por lo que sus bienes pasaron a cubrir las necesidades que Evarista tercera tenía para poder darle una carrera a su hija.

Evarista cuarta acabó la carrera, iniciando su vida laboral. Lo que le permitió llevar una vida acorde con lo que en esa época correspondía a la clase media. Siempre en el domicilio familiar, ayudando a los gastos, y esperando a que una vez su madre, Evarista tercera, finalizase su vida laboral y una vez cumplida su misión productiva, le legase todos sus bienes patrimoniales. Cosa que ocurrió cuando Evarista tercera, a la edad de setenta y cuatro años falleció, una vez demostrada por las autoridades la carga económica que suponía para la sociedad.

Evarista cuarta, revisando los papeles de su familia, se encontró con el documento de defunción de su bisabuelo, Evaristo primero. No podía dar crédito al leer cómo su bisabuelo había podido vivir treinta años sin trabajar y encima el Estado se los había pagado. Por mucho que le daba vueltas era incapaz de entender cómo eso fue posible.

Al otro lado de la ciudad había personas que morían a los ciento diez años. Para Evarista cuarta eso era la cosa más normal del mundo. Al fin y al cabo, toda esa gente tenía el dinero suficiente para costearse el vivir tanto.

El autor es activista del Parlamento Social