Cuando Jesucristo vio amenazada a la mujer adúltera, pues ésta iba a ser apedreada hasta la muerte, espetó a sus verdugos: “¡quien se halle libre de pecado, arroje la primera piedra!”, y esos elementos abandonaron de inmediato su acción, porque no estaban libres de pecado, dado que al ser ellos también adúlteros, lo mejor era deshacerse de las piedras. Haciendo un parangón, con lo que día a día vemos a nuestros políticos, cómo se asedian unos a otros, sobre todo a los unos, pidiendo cuentas a los presuntos adúlteros, no podemos por menos que recordar al pasaje del evangelio que cito. El tiempo lo cura todo, o casi todo, que se dice, pero si volvemos la vista atrás, veremos que fueron pocos los fariseos que se libraron de cometer adulterio, ya que hubo escándalos que no es que pasaran inadvertidos, pero que atacando sin piedad a los más indefensos, dejarían a estos trasquilados y descompuestos, ya que no tuvieron la suerte de aquella pobre mujer, salvada en última instancia por aquel predicador cuya figura transmitía paz y sosiego. Se dice que no es fácil encontrar a nadie que se criticara a sí mismo con el mismo empeño con el que critica a otros, y grandes son aquellos que a pesar de ser juzgados por ser quienes son, no cambian para complacer a nadie.
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