querido mío. Desde que naciste, el 10 de abril de 2010, te convertiste en lo más bonito de nuestras vidas. Te tuve con 39 años, 10 años después de mi segunda hija y 17 de la primera. Tu llegada a nuestra casa fue como un regalo inesperado, tu pequeña presencia y tu aroma de bebé lo inundó todo. Todo lo eras tú. Te vimos crecer sano y fuerte, y nunca imaginamos que algo pudiera fallar en tu pequeña cabecita, hasta que comenzaste la escuela infantil, y pudimos comprobar que no hablabas, cuando tus compañeras y compañeros sí lo hacían. Te costó comenzar a decir tus primeras palabras. Sin embargo, estábamos maravillados con tu prodigiosa memoria. Un día, tu padre te enseñó los números de 1 al 5, y al día siguiente te preguntó por ellos y los reconociste a la primera. Así que te enseñó del, 6 al 10, y así sucesivamente. Cuando comenzaste la escuela de primaria, conocías los número del 1 al 50 y los enumerabas de memoria.

En tercero de infantil, nos dimos cuenta de que algo no marchaba bien. En ocasiones, comenzabas a correr en círculo, eras incapaz de sentarte en el corro a escuchar un cuento y no participabas en las conversaciones con tus compañeros y compañeras. Tu pediatra también se dio cuenta, así que solicitamos a la orientadora de la escuela que realizase un estudio de valoración y redactase un informe para averiguar qué te ocurría. Hubo muchos problemas para conseguir ese informe, mas un año y medio después por fin te verían personas expertas que nos sacarían de dudas. Mientras esperábamos futuros estudios sobre ti, ocurrían cosas que nos desconcertaban, tanto en casa, como en la escuela. Y es que haces ruiditos con la boca y de vez en cuando comienzas a correr, como si fueses a despegar en vuelo. Otras veces te quedas absorto, absolutamente inmerso en tu mundo interior, y otras hablas sólo, con tus amigos imaginarios, como sueles decirme, cuando te pregunto con quién hablas. Sin embargo, eres capaz de hacer operaciones matemáticas complejas para tu edad y utilizas un lenguaje excesivamente formal. Resulta curioso escucharte decir cosas como: “Felizmente has cogido tu paraguas...” o “Muchas gracias por prepararme esta rica merienda con chocolate, has estado muy acertada”.

Te encanta la música, bailar y jugar con tus amigos y amigas, pero no toleras los juegos violentos y competitivos, por eso prefieres jugar con niñas, porque te sientes más cómodo alrededor de una mesa intercambiando los complementos de las Pinypon, que andar dando patadas a un balón. Además, dices que prefieres a las niñas, porque saben conjuntar mucho mejor los colores. Hoy, dos años después de que solicitásemos averiguar qué te ocurre, tenemos un diagnóstico definitivo. El psicólogo ha dicho que tienes “trastorno del espectro autista de alto funcionamiento (síndrome de Asperger)”. Quiero que entiendas que no estás enfermo, simplemente eres capaz de ver el mundo con otros ojos. Con esos ojos negros de mirada profunda que tienes. Dicen que los Asperger tienen dificultad para la empatía, que no entienden la ironía y que tienen dificultades para relacionarse con los demás. Pero en tu caso no es así. Eres un niño cariñoso, divertido y feliz. Tu principal problema es que te obsesionas en exceso con algunos temas y hablas a todas hora sin límite de tiempo, únicamente de aquello que te interesa, llegando a suponer un problema a la hora de relacionarte correctamente con otras personas.

Otra característica tuya es que nunca mientes y tu evidente sinceridad, a los ojos de las personas que no conocen esta característica tan común entre las personas con síndrome de Asperger, en ocasiones, es confundida con grosería. Lo cual también supone un problema a la hora de sociabilizar. Ahora bien, quienes te queremos y conocemos sabemos que eres un ser humano excepcional, leal y fiel con tus amigos y amigas. Nunca defraudas y eres incapaz de hacer daño. Lo que te convierte en un amigo incondicional. Aunque como ya te he dicho, no estás enfermo, tus amigos y amigas tendrán que acostumbrarse a tu diferencia, a escuchar los ruiditos que haces, a verte correr como un pajarillo en vuelo y a escuchar tu forma de hablar: robótica, a la par de brillante.

Cariño mío, escucharás a gente que diga que eres especial, y es cierto, eres muy especial... super especial, el más especial para mí, para tu familia y para los amigos que te quieren de verdad. Habrá gente que se reirá de algunas cosas que hagas y que a veces pueden hacer gracia. En este caso, no te preocupes, porque no será con malicia, y si te es posible, ríete tú también. Porque a veces, reírse de uno mismo no es malo, es más, el humor es una medicina para las heridas del alma. Ahora bien, si notas que se burlan de ti, faltándote al respeto de la forma más desalmada, ignóralos. Porque estas personas no merecen ni un solo segundo de tu tiempo, y, tenlo bien claro, tú eres mejor persona que ellos y no los necesitas. Tu condición de Asperger te acompañará toda tu vida y tendrás que acostumbrarte a ello y explicar a tus amigos y amigas que cuando haces ruido con la boca o cuando sales corriendo lo haces porque lo necesitas y que te deben dejar hacerlo para regresar de nuevo a seguir jugando. Debes explicarles que eres diferente, pero que no eres ni más ni menos que ellos y ellas. Y que los necesitas para crecer, para sentirte querido y para que el día de mañana puedas convertirte en un hombre íntegro y pleno. Mientras tanto, solo deseo que sigas siendo el niño feliz que eres hoy.

La autora es madre de un niño diagnosticado de síndrome de Asperger