La degradación de las campañas electorales en jornadas de impunidad para el insulto y la descalificación, y ahora también para la mentira, viene de lejos. Pero la consolidación de una práctica aberrante, que el inicio oficial de la campaña puede llevar al paroxismo, no es un argumento para la resignación. Ni en campaña ni fuera de ella puede un líder político arrogarse frente a otros el monopolio de la democracia, el amor a la patria o el sentido común. Pero menos aún que apropiarse de principios éticos o morales pueden los líderes que apuestan por la crispación decidir quién cumple o incumple la Constitución, ya que convierten la Constitución de todos en un programa electoral partidista. Después de haber visto los dos debates televisados, el mensaje de los líderes conservadores, señores Casado y Rivera, empeñados en mostrar una falsa polarización a propósito del problema catalán; la idea de España y otra antiespaña, que en la calle no existe; haciendo de esta cuestión el eje de sus campañas, de ahí sus escapadas a Alsasua o a Errenteria a modo de fotocol, imagen que quieren transmitir a sus posibles electores, obviando los grandes retos de la sociedad actual como la viabilidad del sistema económico actual, el envejecimiento de la población y su relación con las pensiones, el cambio climático, la robotización y automatización que nos viene y su impacto en el mercado laboral o la creciente precarización laboral de los jóvenes.

El candidato Rivera ha abandonado el centro político para escorarse claramente a la derecha, estigmatizando la figura de Pablo Sánchez parar preservar el semillero de votos de su formación en Cataluña; pero, a su vez, ha perdido maniobrabilidad y capacidad de intermediación al desplazarse de ese centro ideológico, corriendo el riesgo de hacer aguas a babor y a estribor; su principal certeza consiste en la aversión a Pedro Sánchez. Ha llegado a declarar Rivera que expulsarlo de la Moncloa representa una emergencia nacional. Ha trazado un dogma tan refractario al PSOE como contraproducente. No solo porque ahuyenta el caladero de votos del centro izquierda que Ciudadanos había concitado en su máxima expansión demoscópica -alcanzó un 29% de intención de voto hace 10 meses-, sino porque Albert Rivera podría arrepentirse de semejante aversión si la suma de PSOE y Ciudadanos sobrepasa el umbral de la mayoría absoluta. ¿Casado presidente? Más bien a juicio de algunos politólogos, parece un bocazas simpático, fanfarrón, al que nos resulta más fácil imaginar como delegado de curso o como abanderado de una tuna; ha derechizado más su discurso para captar el voto fácil, emocional y evitar la huida de votos hacia Vox, y no le importa mentir con tal de lograr sus propósitos y de paso aprovecha la crisis catalana para hacer olvidar el legado de corrupción que dejo su partido al abandonar el poder. Ambos líderes de la derecha, además prometen en lo económico más política marianista, liberal, bajada de impuestos y dejar al propio mercado la capacidad de regulación de salarios, contratos y condiciones laborales, obviando que esa política nos ha traído más precariedad laboral y desigualdad social aparte de vaciar las arcas de la Seguridad Social. De la campaña electoral del señor Abascal mejor no hablar, ya bastante campaña le hacen ciertos medios periodísticos para movilizar al electorado de izquierdas. Solamente apuntar que quiere imponer la mili obligatoria cuando pudiéndola haber hecho no la hizo, y ha introducido el debate de las armas, creyéndose que se encuentra en Estados Unidos, dos apuntes de coherencia y realismo.

El presidente señor Sánchez hace propio el lema taoísta de la pasividad creativa, sintiéndose el tuerto en el país de los ciegos, cree que la mejor manera de intervenir consiste en no intervenir y ha acudido a los dos debates televisivos presionado por la opinión pública y por el resto de las formaciones políticas; se siente confiado, sobre todo después de la imagen dada por los dos líderes de la derecha en el segundo debate, polemizando como dos aves de corral para erigirse en la única alternativa conservadora frente al Gobierno del señor Sánchez.

¿Donde han quedado las ideas regeneradoras de año 2015? ¿Qué fue de la regeneración política? Recordamos que por aquel entonces algunos de estos partidos pedían la supresión del Senado, la limitación de mandatos o la elección por sufragio universal de parte de los jueces del Tribunal Supremo o del Constitucional, entre otras propuestas. En la actualidad, parece que todo eso ha quedado en papel mojado; la mejora de la economía ha hecho que la mayoría de los ciudadanos nos hayamos olvidado de la urgencia e importancia de todas esas demandas de regeneración democrática y los partidos tampoco nos lo han recordado, salvo una alusión del líder de Unidas Podemos, señor Pablo Iglesias, en el segundo debate televisado a las famosas puertas correderas.

Y así entre unos y otros y muchas veces con la complicidad de las cadenas de televisión, más preocupadas por los ratio de audiencia que por razones de interés público, nos hemos visto privados, otra vez de un verdadero debate electoral, que sirva para contrastar ideas no emociones, facilitando la elección de los mejores candidatos para hacer frente a los grandes desafíos de la sociedad actual.