Las bolsas de plástico tienen los días contados. Concretamente, la ley foral prohíbe a partir del 1 de enero de 2020 entregar en puntos de venta al consumidor cualquier bolsa de plástico a excepción de las que sean de plástico compostable. Aunque también hay que decir que el Pleno del Tribunal Constitucional ha acordado admitir a trámite el recurso de inconstitucionalidad promovido por el Gobierno central contra un artículo de la citada ley, aprobada por el Parlamento de Navarra en 2018, porque se adelanta al Real Decreto español en que se marca un horizonte temporal más amplio para prohibir la dispensación de bolsas de plástico ligeras y muy ligeras, exactamente el 1 de enero de 2021. Decisión absolutamente lamentable.

Pero es cuestión de uno o dos años. Y surge otra pregunta, ¿qué debemos hacer con el resto de los plásticos? Desde su expansión a principios del siglo pasado, el plástico se ha convertido en un material que puede utilizarse de maneras muy diferentes. Actualmente, se usa en gran cantidad para fabricar y envolver muchos de los productos que compramos y consumimos. Se ha hablado en muchas ocasiones de sus grandes ventajas, por sus características (flexibilidad, resistente, durabilidad, ligereza, bajo precio, etcétera), pero no de sus grandes inconvenientes. Y, sin embargo, es el reflejo de la cultura de usar y tirar, ya que gran parte del plástico se emplea para fabricar una gran variedad de envases que tienen una vida muy corta (bolsas de plástico, envolturas de alimentos y envases, botellas o vasos de plásticos, cubiertos y cucharillas de plástico, pajitas, etcétera).

Su bajo precio hace que uno se deshaga rápidamente de él, y su larga existencia hace que perdure en el medio ambiente durante largo período de tiempo, en los que puede causar grandes daños. Ya que no puede degradarse, la cantidad de plástico que se desperdicia en los océanos está aumentando considerablemente. Pero igualmente pasa en nuestros campos, donde los envases de plástico, sean botellas u otros envases, pueden permanecer muchos años sin descomponerse.

Cada año se producen un total de 300 millones de toneladas de plástico. De ellas, se estima que ocho millones acaban directamente en los mares y océanos de nuestro planeta.

La inundación de plásticos de mares y océanos es uno de los principales impactos ambientales del planeta según los diversos informes científicos recientemente. De no adoptarse medidas que lo impidan, se producirán grandes riesgos de degradación de los ecosistemas marinos y, por ende, de la biodiversidad marina.

El impacto de las basuras plásticas en la fauna es evidente. Es frecuente encontrar animales, como las tortugas, que han quedado enganchados con redes o cuerdas, quedando estrangulados en sus extremidades y sufriendo falta de riego sanguíneo.

Además, muchas especies marinas han incorporado plásticos en su organismo, incluyendo cetáceos, aves, tortugas, peces y plancton. Muchos mueren por la ingestión de plástico que les ha bloqueado el sistema digestivo. Se calcula que más del 60% de todas las especies de aves marinas tienen rastros de plásticos en sus intestinos y se han encontrado plásticos en los estómagos de casi 700 especies de vertebrados marinos.

Existen más de 3.000 sustancias químicas diferentes asociadas a los plásticos y más de 60 caracterizadas como sustancias de alto riesgo para la salud, siendo algunas de ellas persistentes, bioacumulables y tóxicas. Existen cientos de estudios científicos que demuestran que aditivos comunes del plástico como los bisfenoles, los ftalatos y los metales pesados son muy peligrosos para la salud.

Los seres humanos no estamos libres de peligro. Las vías de exposición humana a los aditivos químicos de los plásticos son básicamente dos: la ingesta y la inhalación.

El mayor aporte corresponde a la dieta. Cuando ingerimos un pescado, estamos incorporando a nuestro organismo todos los contaminantes que ha acumulado a lo largo de su vida. Es importante destacar que el problema no viene por el plástico que el animal tenga en el tracto gastrointestinal, ya que esta parte no es comestible. El problema viene de los aditivos químicos del plástico, que sí se acumulan en los tejidos grasos, como el músculo, una parte que sí es comestible.

La otra vía de exposición humana es a través del aire. Estos químicos se hallan en las partículas del aire que respiramos, sobre todo en interiores (casas, oficinas, ?), ya que dichos ambientes están llenos de materiales plásticos. Normalmente, esta exposición es inferior a la de la dieta, ya que solemos comer hasta 2 kilogramos de alimentos por día, mientras que la inhalación de partículas a través de la respiración suele ser de 20 miligramos por día.

Así pues, la contaminación por plástico supone un grave problema ambiental y una potencial amenaza para la salud humana, por lo que son necesarias medidas para intentar reducir el uso de material plástico en la sociedad, y progresivamente a vivir sin ellos.

Tenemos que poner fin a esta era del plástico infinito. No hay otra solución. Está contaminándolo todo.

El autor es experto en temas ambientales y Premio Nacional de Medio Ambiente