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Conductas incívicas en los encierros

Acaba de terminar el último de los encierros de este año, el de los miuras, que como otros seis he visto por televisión y uno en directo desde la cuesta de Santo Domingo, y aunque en caliente, con los riesgos que ello supone de dejarse llevar por las emociones, es momento de hacer balance de los comportamientos negativos que hay que afanarse en desterrar de nuestra peculiar y mundialmente famosa fiesta. Es una labor conjunta entre las autoridades, los medios de comunicación y el pueblo llano que puede aportar detalles de los malos hábitos, hoy en día tan fácilmente captados mediante las grabaciones de los teléfonos móviles, para denunciar y poner en evidencia a los que perturban la carrera y ponen en peligro la integridad física de los demás participantes en el evento.

Alguno de esos comportamientos ya denuncié en mi escrito publicado por los dos diarios que se editan en Navarra hace 15 años, concretamente el 20 de julio de 2004 con el título La masificacion en los encierros, y que se siguen repitiendo año tras año, así que tampoco tengo mucha confianza en que lo que hoy denuncio vaya a ser tomado en consideración y se adopten medidas oportunas para corregirlas.

Incluso se han agravado las actuaciones indeseables, como participar en el recorrido grabándose con el móvil, agarrarles los cuernos a las reses o apoyarse en ellas, acciones que por más que estén penalizadas con multas se siguen produciendo. Al final de las retransmisiones que hace TVE de los encierros entrevistan ante las cámaras a un corredor, a su juicio experimentado, contribuyendo con ello a dar protagonismo a una nueva saga de divinos, que para ser mas fácilmente localizados por las cámaras se apartan del atuendo sanferminero tradicional, adoptando vestimentas variopintas y llamativas. El invitado el 14 de julio, un vallisoletano con la indumentaria del equipo de fútbol de Pucela.

En mi opinión, las cámaras de televisión, en lugar de utilizarse para promocionar a estos aprendices de famosillos, que no hacen más que perjudicar los encierros, debía utilizarse para denunciar y poner en evidencia las actuaciones de sujetos con prácticas punibles en el desarrollo de los mismos.

Por ejemplo, en este último encierro, un individuo de gran corpulencia, una especie de bestiajo con aspecto humanoide, que vestía camiseta mitad blanca y mitad roja, habitual en el final de Estafeta, Telefónica y bajada del callejón, se mueve agitando los brazos en todas las direcciones con gran violencia para quitarse contrincantes de en medio (no es el único que emplea ésta técnica), ha propinado una monumental bofetada al mozo que corría junto a él, que lo ha dejado KO, siendo derribado y quedándose a los pies de los morlacos. A este fulano, sea autóctono o foráneo, hay que ponerlo en evidencia mostrando su acción por la televisión, con la invitación de que no vuelva a aparecer por los encierros de Pamplona.

El único día que presencié el encierro en vivo y en directo, como ya he comentado, en la cuesta de Santo Domingo, al par de la hornacina del santo, me fije en un corredor (es un decir), de no menos de 70 años, que disparado el cohete no corrió mas de 20 metros, quedándose inmóvil pegado a la pared del departamento de Educación para ver pasar la manada en primera fila, dificultando las carreras de los auténticos corredores que buscan refugio tras su esfuerzo. Lástima no haber grabado su carrerón para exhibirla como testimonio de que, llegada cierta edad, los encierros hay que verlos al otro lado de las vallas o en la televisión, y hay que dejar espacio libre para el relevo generacional incrementado por la inclusión de la mujer al mundillo de los encierros. Estos corredores de pacotilla inmóviles a los lados del recorrido propician caídas y montoneras de mozos que salen despedidos al centro de la calzada, con el peligro de quedar a merced de los toros, produciéndose el pasado día 14 dos cogidas con heridas por asta de toro, una al comienzo de Santo Domingo y otra a mitad de la calle Estafeta.

Como no se ha hecho nada de lo que proponía hace 15 años para reducir el número de corredores, a ver si al menos, al verse presionados los actores de estas malas prácticas por la exposición pública en los medios de sus fechorías, se les obliga a dejar de ocupar espacio en el recorrido y se alejan de los encierros.