si trabajar en Sanidad y ser mujer del consejero de Salud es difícil, ser ginecóloga durante una legislatura en la que se adoptaron medidas controvertidas en salud me ha resultado doloroso, en ocasiones insoportable, porque se tienen sentimientos y libertad de pensamiento, pero no pueden expresarse.

Jubilada, mi marido fuera de la política y también jubilado, tengo el derecho y el deber de dar a conocer a la ciudadanía la presión a la que están sometidos los familiares de los políticos y los obstetras.

Cuatro años sin poder expresar sentimientos provoca importantes tensiones psicológicas.

1.- Nunca he sabido ser “mujer de” porque considero que tengo personalidad y entidad propias, sintiéndome orgullosa de ellas, y he evitado asistir a algunos actos oficiales.

2.- En el CHN, desde Dirección solicitaban las vacaciones antes del 27 de abril y para 2 periodos. Mi marido y yo, desde hacía 23 años disfrutábamos vacaciones en mayo, perfecto para la organización del Servicio y recargar pilas. Sin embargo, el Gobierno tenía vacaciones en periodos sin actividad parlamentaria y en Salud no podían ausentarse durante Sanfermines. Mis compañeros, se extrañaron el primer año y les informé que “por necesidades del consejero cogería en agosto”.

Nombrada jefa interina de Obstetricia en febrero de 2015, sólo cuando finalizaba la legislatura anterior, a finales de junio, tras amenazar con mi dimisión, firmó la Resolución la entonces gerente del SNS-O, Cristina Ibarrola.

Incorporado el Consejero, dejando de ser el “Dr. Domínguez, cirujano de la mama”, querido y respetado, comenzaron mis problemas, ya que en las sesiones del Servicio ante medidas tomadas por el Gobierno, como la interrupción legal del embarazo, empecé a ser “la mujer del consejero” y escuchar aquello que no deseaba. A pesar de eso, nunca falté a ellas porque era mi obligación, pero sí dejé de asistir a asambleas, reuniones, grupos... No acepté la “tradicional” cena de despedida del servicio al jubilarme. Sí celebramos una comida de la Sección de Obstetricia y una despedida organizada en planta. Siendo la única objetora de conciencia recogida en el Registro de Objetores del 2010, dato filtrado quizás de forma malintencionada, siempre he respetado y atendido escrupulosamente a pacientes que optaron por una ILE.

3.- Siendo mi marido consejero, nunca he podido expresarme por escrito. Este último año, con motivo de la huelga promovida por el SMN, ha sido el peor pues huelguistas y miembros del comité de huelga eran compañeros y conocida su forma de trabajar.

En varias ocasiones quise contestar cartas publicadas en Diario de Navarra. Ante una carta publicada el 4 de junio de 2018, enviada por 2 profesionales pertenecientes al Sindicato Médico (Rosa Alás -Urgencias Extrahospitalarias-, y Juan Ramón Sanchiz -Atención Primaria-), escribí una carta pero mi marido me impidió enviarla. Me llamó la atención que la gerente de Atención Primaria no iniciara un expediente por las falsedades que vertían en el escrito, pues por menos se nos abrió expediente informativo en 1999 a 12 ginecólogos del Servicio Jerarquizado de Ginecología del HVC (anulado por el TSJN).

4.- He acumulado sentimientos que no he podido manifestar y escrito cartas que no he podido enviar.

He tenido durante muchos años otra espina clavada y que era uno de los motivos de precisar “cargar pilas en mayo”; poder manifestarlo también ha tenido que posponerse hasta el fin de la legislatura. Quiero hacerlo público porque es una muestra de las reclamaciones injustificadas a las que estamos expuestos los médicos y de las repercusiones que producen en su autoestima. Tras reclamación y citación ante el Juzgado por la asistencia mediante cesárea a una trabajadora del SNS-O, el 28 de mayo de 1991, su marido, graduado social, me remitió en mayo de los 9 años siguientes un telegrama en el que como padre de la menor, me amenazaba o anunciaba que no renunciaba a formular reclamación y denuncia penal (artículo 1973 del código civil), por los daños causados y posibles secuelas que pudiese presentar su hija (¿secuelas?... actualmente es médica). Además, propugnaba entonces una reforma legislativa por la cual el profesional tuviese que demostrar su diligencia y no ser la “víctima” o sus familiares quienes tuviesen que demostrar que el profesional había actuado mal (¿presunción de inocencia?).

5.- Quiero manifestar que la Obstetricia es una profesión preciosa. Provoca grandes preocupaciones, pero también enormes satisfacciones pues frecuentemente recibimos el agradecimiento y reconocimiento a nuestros esfuerzos, a nuestros desvelos por parte de pacientes y familiares. Con esto nos vemos recompensados y nos dan fuerzas para seguir luchando en nuestros peores momentos.

A todos y todas, muchas gracias.

La autora es doctora en Medicina y Cirugía por la Universidad de Zaragoza. Especialista en Obstetricia y Ginecología. Experta en Senología. Jefe Interino de la Sección de Obstetricia, jubilada el 8 de junio de 2018