El próximo 23 de septiembre líderes del mundo entero acudirán a la Cumbre sobre el Clima 2019 que se celebrará en Nueva York con el fin de proseguir las discusiones sobre la crisis climática en que se encuentra el planeta Tierra.

El impacto del cambio climático se ha convertido en uno de los mayores retos que tiene la humanidad. La última década ha visto 8 de los 10 años más cálidos del registro global de temperaturas, con 2016 a la cabeza. A falta de poco más de 3 meses para que finalice 2019, los expertos auguran que éste puede ser uno de los más cálidos de todos.

Las anomalías de temperatura más elevadas estos últimos años se están registrando en el Ártico, donde la media ha subido 3oC respecto a 1990. El aumento de temperaturas acelera el deshielo en las regiones polares, y a la vez aumenta el nivel de mares y océanos y los arrecifes de coral se mueren. Las olas de calor, la escasez de alimentos en algunas regiones del planeta o la contaminación del aire son situaciones cada vez más frecuentes y extremas.

Mucho de lo que está ocurriendo con nuestro clima está relacionado con el aumento de las concentraciones de gases efecto invernadero. Precisamente, reducir esos valores es uno de los principales objetivos de la Cumbre de Nueva York.

El Acuerdo de París, que fue aprobado en diciembre de 2015, fija un procedimiento y un objetivo. El procedimiento es que los países deben presentar periódicamente planes de recorte de emisiones y de adaptación, y adquieren la obligación de darle seguimiento y revisarlos. El acuerdo es claro en que en cada revisión debe ir aumentando el nivel de ambición para poder llegar al nivel necesario para que el incremento de la temperatura no supere los 2 grados, y de ser posible el 1,5. Ahora los países que están sobre la mesa llevarán un incremento de más de 3 grados respecto a los niveles preindustriales. Por eso se necesita planes más ambiciosos.

El Panel Intergubernamental del Cambio Climático, conocido por el acrónimo en inglés IPCC (Intergovernmental Panel on Climate Change), cuya misión es proveer al mundo con una opinión objetiva y científica sobre el cambio climático, sus impactos y riesgos naturales, políticos y económicos, y las opciones de respuesta posibles, nos muestra claramente que hay enormes beneficios en tener como objetivo el 1,5. Pero para ello hay que duplicar o triplicar las acciones en curso, y se trata, por tanto, de un reto enorme. El informe especial del IPCC establece que son necesarios dos requisitos: el primero reducir las emisiones globales al menos en un 45% para 2030. El segundo es lograr la neutralidad de carbono como muy tarde en 2050. Pero incluso hay países que tienen metas de neutralidad mucho antes de 2050; Finlandia, por ejemplo, espera lograrlo en 2035. Cada vez son más los países que están anunciando su disposición. Lo que es necesario de una vez por todas es que en la Cumbre de Nueva York se tenga claro que la voluntad política tiene que ir acompañada de un esfuerzo en financiación y de apoyo tecnológico.

El actual modelo socioeconómico, basado en el uso intensivo de combustibles fósiles, está originando una gran presión sobre la capacidad autorreguladora de la atmósfera, lo que está conduciendo a una situación próxima a sus límites.

Son muchas las acciones que se van a tener que poner en marcha para conseguir que los cambios radicales se produzcan y que permitan realmente alcanzar los objetivos planteados en el Acuerdo de París. En la Cumbre de Nueva York se abordarán y debatirán seis temas de crucial importancia: fuentes de financiación públicas y privadas para impulsar la descarbonización de todos los sectores prioritarios y promover la adaptación de los seres humanos al futuro clima de la tierra; aceleración del cambio de combustibles fósiles hacia las energías renovables; reducción de emisiones, incremento de la capacidad de absorción y mejora de la resiliencia en silvicultura, agricultura, océanos y sistemas alimentarios, incluidos en la conservación de la biodiversidad, el impulso de cadenas de suministros y tecnología; avance de la mitigación y la resiliencia a nivel urbano y local, con un foco de especial atención en nuevos compromisos sobre edificios de bajas emisiones, transporte público e infraestructura urbana, y resiliencia para las personas pobres y vulnerables; y adaptación, con el fomento de los esfuerzos globales para abordar y gestionar los impactos y riesgos del cambio climático, particularmente en las comunidades y naciones más vulnerables.

En fin, nos encontramos en una situación en que la crisis climática avanza y el tiempo se agota, aunque haya margen todavía para combatirla si la comunidad internacional planta batalla al unísono al cambio climático con más firmeza de lo que lo ha hecho hasta ahora. El desafío es enorme, ya que se trata de cambiar en pocas décadas el modelo productivo y energético a nivel mundial y transitar a una sociedad descarbonizada.

El autor es experto en temas ambientales y Premio Nacional de Medio Ambiente