El valor histórico y patrimonial, material e inmaterial, se ha convertido en el último recurso dialéctico de las personas que, con toda su buena voluntad, defienden el mantenimiento de presas y azudes en el cauce de los ríos ante la evidencia científica sobre las afecciones que generan a la dinámica fluvial y al conjunto de especies animales y vegetales que forman parte de ese ecosistema.

Presas, Historia y Patrimonio Material

No cabe duda de que el agua embalsada por las presas posibilitó desde muy antiguo la molienda de grano para la alimentación, el riego, la generación de energía eléctrica y otros usos industriales dependiendo de la época y el lugar. Así, hay quien considera que la conservación íntegra de los obstáculos es el mejor reconocimiento a su valor patrimonial.

Sin embargo, esa postura ignora, consciente o inconscientemente, no solo la afección que cada una de esas presas tiene para el río y sus habitantes, sino que, históricamente, las presas se han ido construyendo una detrás de otra sin que la falta de uso llevase a derruir ninguna de ellas, con lo que los obstáculos se han acumulado multiplicando la afección con el paso del tiempo.

Cada caso merecerá su correspondiente análisis, pero hemos de tener siempre en consideración que con los azudes y presas estamos poniendo en competencia un discutible patrimonio histórico y material con un entorno natural que, dependiendo de su ubicación, tendrá un mayor o menor, pero indiscutible valor ambiental.

Presas y Patrimonio Inmaterial

Las presas cercanas a las poblaciones son sinónimo de vacaciones, de juego, de risas. Son el lugar en el que aprendimos a nadar, donde nos refrescamos y donde compartimos espacio y tiempo de ocio con la familia, amigas y vecinas.

Quienes hemos vivido esas sensaciones en torno a las presas somos conscientes de la importancia que tienen en nuestro imaginario.

Sin embargo, mientras disfrutábamos del agua en la poza de la presa o destrozábamos el bañador al hacer resbalar nuestro culo por su puerto, no éramos conscientes de hasta qué punto aquello condicionaba la vida del río y la de los peces, animales y plantas que precisan de un ecosistema saludable para vivir, no para pasar un buen rato. Mientras aprendíamos a nadar o saltábamos de cabeza al agua jamás pensamos que las truchas no podían superar aquel obstáculo para buscar los mejores frezaderos. Nunca se nos ocurrió que la presa condicionaba la vida de madrillas, chipas y barbos, que impedía el trasiego de sedimentos de todo tipo o que facilitaba el calentamiento del agua al ralentizar su discurrir. No sabíamos que el río es un ser vivo complejo cuya dinámica natural se ve interrumpida por los obstáculos al libre fluir del agua. No éramos conscientes, por desconocimiento. Ahora lo somos. O deberíamos serlo. Y desde esa consciencia hemos de volver a analizar y revisar nuestra consideración sobre las presas como lugares de la alegría y felicidad. Son algo más turbio que eso.

Permítaseme la metáfora. ¿Algún médico ha tildado de estético un coágulo en una arteria? ¿Alguien desea preservar un coágulo en la femoral por el tiempo que lleva allí, por su carácter histórico?

Coágulos en las venas

“Los ríos son como las venas de nuestro cuerpo, como las ramas del árbol?”. Son palabras de Javier Fabo, marcillés sensibilizado con la calidad ambiental de su vecino, el río Aragón. Y es que eso son precisamente los ríos. Su importancia para el medio natural es similar a la de las venas que recorren nuestro cuerpo.

Una presa, un azud, un obstáculo que no permite que el agua, los peces y los sedimentos corran es un coágulo en esa vena de la vida.

No tiene sentido que mantengamos las presas en desuso con argumentos históricos, patrimoniales, estéticos o lúdico identitarios poco razonados y nada contrapesados con las afecciones que generan.

Hoy sabemos también que las escalas para peces suponen un petacho caro, provisional y parcial a la migración piscícola. Mejor que nada, desde luego, pero un petacho.

Cuantos más coágulos le quitemos al río mejor circulación tendrá y más sano estará.

Una corriente mundial

El movimiento internacional en favor de la demolición de presas está en auge a nivel mundial. Conservacionistas, pescadores, defensoras de la biodiversidad y de la calidad ambiental de los ríos se vienen organizando en todo el mundo para crear un frente común en favor de la recuperación de la permeabilidad de los cursos fluviales.

La comunidad internacional, y la Unión Europea en particular, siguen redactando normas y recomendaciones promoviendo recuperar la continuidad longitudinal de los ríos. Es hacia donde se mueve la normativa ambiental ante la inacción con las presas y azudes abandonados.

Quien considera fanáticas a las personas que expresan la misma opinión sobre la fragmentación de los ríos que la Directiva Marco del Agua europea se desacredita a sí mismo.

Movimientos internacionales como #FishMigration (a favor de recuperar la migración piscícola) y #DamRemoval (a favor de la demolición de presas) surgen ante la necesidad de llevar a la práctica lo que la ciencia y el sentido común han demostrado.

Santa Engracia

La presa de Santa Engracia se ha convertido en símbolo de este debate en nuestro entorno cercano. A cualquiera que haya bajado, mirado y tocado el corazón de la presa después de que el río Arga le abriese una grieta en el invierno de 2018, no le cabe duda de su larga historia. A cualquier pamplonés o pamplonesa le remueve el interior tocar los clavos con los que quizás un antepasado suyo unió aquellas maderas para construir la presa hace 800 años y posibilitarse una mejor vida. Ese gusanillo mira a la cara de una certeza: la desaparición del azud es hoy una aportación a la mejora ambiental de ese tramo de río.

Dejar que el Arga recupere, en la medida de lo posible, un discurrir más natural en el ámbito urbano tiene un gran valor ambiental.

Hay una cuestión a solventar. Las remeras y remeros del Club Náutico de Navarra ahora no pueden practicar su deporte donde lo hacían. Quien corresponda habrá de determinar si hay que ayudar al Club Náutico de Navarra a buscar una alternativa para seguir practicando el remo. Una solución que jamás puede pasar por reconstruir la herida al río, que se ha liberado a sí mismo tras 800 años de servicio a sus vecinas y vecinos.

El autor es especialista en Patrimonio Inmaterial y comunicación ambiental. Pescador y periodista