El pasado mes se estrenó La línea invisible, una miniserie de pago sobre los inicios de ETA, con sus detractores y defensores. Ingenuamente yo pensaba que el tema no era muy noticiable por el maldito coronavirus. Pero veo que se mantiene la batalla del relato con las espadas muy altas, y esto son palabras mayores.

Es cierto que hubo algo de mito fundacional en ETA por sus orígenes antifranquistas. La realidad es que se pueden distinguir tres grandes momentos en ETA. La primera cuando nace el primer embrión nacionalista en torno a EKIN. La segunda arranca cuando algunos deciden dar la espalda a la resistencia nacional vasca para abrazar el marxismo leninismo y la independencia respecto de la burguesía en línea ideológica con Lenin y Mao. La llegada de la democracia daría origen a la tercera etapa, a partir de 1975, cuando ETA se enfrenta a casi toda la sociedad acumulando desde entonces el 90% de sus víctimas.

Este movimiento totalitario se parapetó tras la liberación nacional del pueblo vasco, aunque sus intenciones y fundamentos fueron bien distintos. Lo explica José Antonio Rekondo con gran lujo de detalles en sus artículos y en su documentado libro Bietan jarrai en alusión a las dos caras que siempre ha mostrado ETA para arracimar bajo su paraguas a la mayor parte de la población. Pero esto no se señala en el film y es esencial en la trayectoria de sus dos principales etapas con retoques en el acrónimo: ETA VI, ETA político-militar, ETA militar... Los defensores del tiempo de ETA y de eslóganes del tipo “albanizar Euskadi” (¿se acuerdan?) se concentran ahora tras las siglas de Sortu.

Volviendo a la serie de Mariano Barroso sobre ETA, quien admite que “no deja de ser una versión”, le dedica metraje a los años sesenta y el comienzo de la lucha armada. Aquellos primeros etarras lucharon contra la dictadura, pero el film no remarca que la faceta totalitaria y violenta del franquismo fue mucho más dura de lo que algunos la pintan ahora. La gran perversión de dictadura subyace en la película como música de fondo, cuando aquella fue el elemento activador de ETA. Sin la dictadura franquista apoyada por nazis y fascistas, la banda armada no hubiese germinado. Y todavía seguimos sin una disculpa oficial del Estado por aquella dictadura cruenta.

Tampoco se lucen los guionistas con el enfoque global de la iglesia vasca ni de quienes pudieron escapar de la represión. Es de justicia recordar que Franco exiló forzosamente a muchos clérigos a otras provincias rellenando su hueco con eclesiásticos foráneos como táctica de asimilación cultural forzosa. Algunos clérigos vascos simpatizaron con ETA, pero la película no señala que muchos de ellos se opusieron a la dictadura sin defender a ETA; y se opusieron, a la vez, a la vergonzosa sumisión de la jerarquía católica española a Franco, convertida en el gran burladero moral de las tropelías del Régimen en forma de Nacionalcatolicismo. Los católicos y la sociedad toda seguimos esperando algún atisbo de arrepentimiento por parte de sus sucesores, ahora que los obispos alemanes admiten que fueron cómplices del nazismo.

Dicho lo anterior, el mundo cercano a ETA tampoco está dispuesto a pedir perdón como si esto supusiera una derrota política dentro del contexto táctico en el que siempre se han movido. Y no. La derrota llegó hace mucho tiempo, cuando la sociedad se hartó de su totalitarismo al margen del interés general vasco, ahora resumido para la historia en dolor, muerte y miedo. Y sin conseguir los objetivos que se propusieron, incluida la dictadura del proletariado. “Lamentar el daño causado” solo es visualizar un fracaso que tiene poco que ver con las víctimas y sí con la presión de la propia sociedad.

Lo ideal hubiera sido incluir en la película algún mensaje de reconciliación desde un relato veraz. Como dice Daniel Innerarity, la mejor reconciliación consiste no tanto en privilegiar la opinión de los excluidos como en asegurar que no pueda haber excluidos. Lo respetable de las víctimas no es lo que dicen sino su condición de víctimas.

La duda que me queda es si el tiempo que Barroso pasó en tierras vascas para documentar la serie “desde dentro” lo hizo pensando en una imagen determinada o se decantó por un producto comercial a la medida sociológica del español medio.