as ideas de este artículo no son originales. Tal vez haya algo de novedoso en que las escriba un hombre, médico, y en el momento de la desescalada de la pandemia del covid-19.

Esta pandemia ha evidenciado de manera dramática la falta de visibilidad y de responsabilidad compartida sobre los cuidados de la vida que tiene nuestra sociedad.

Los cuidados son las tareas cotidianas que permiten que la vida siga funcionando. Una parte material de los cuidados es el conjunto de trabajos y tareas. Pero además, para poder cuidar hay que conocer las necesidades, asumir las responsabilidades, acompañar emocionalmente a las personas cuidadas, con una forma de pensar centrada en la ayuda al mundo y a las personas.

Hacer la compra, la limpieza, preparar la comida, el vestido, acompañar en la educación, dar apoyo, cariño, o ayudar con las necesidades sanitarias son modalidades de trabajo que, a pesar de la inmensa cantidad de horas que se le dedican, resultan invisibles.

¿Por qué? Diferentes razones con distinto peso explican esa invisibilidad: económicas, de poder, de aprovechamiento por quienes no los realizan, forma parte de nuestra cultura social, y otras, pero lo más evidente es que son trabajos que recaen sobre mujeres en la inmensa mayoría de casos.

Estos trabajos, fundamentales para el mantenimiento de la vida, se consideran improductivos y quedan excluidos en su mayoría de la valoración y reconocimiento del beneficio que tienen para la subsistencia de la sociedad en todos los lugares del mundo.

Nuestra sociedad reconoce únicamente los trabajos que se realizan con fines productivos, tradicionalmente realizados por hombres, y progresivamente más por mujeres, a los que les otorga valor, les da publicidad e importancia social, y se considera que merecen ser retribuidos.

En nuestra sociedad desarrollada algo ha cambiado, las mujeres han asumido cuotas cada vez mayores de protagonismo y buscan trabajos remunerados, lo que aumenta la capacidad adquisitiva de las familias. Como consecuencia más general, las mujeres han asumido la doble carga de trabajo retribuido y de cuidados, con pequeños acompañamientos en estos últimos por algunos hombres.

Otra forma de adaptación ha sido contratar los trabajos de cuidados a personas, sobre todo inmigrantes del sur, mayoritariamente mujeres, a quienes se asigna el trabajo en el interior de las casas a cambio de horarios extenuantes y condiciones de empleo de extrema inestabilidad.

Como en la cultura dominante estos trabajos no están reconocidos, las condiciones salariales para quienes los realizan remuneradamente son altamente precarias.

Nuestra sociedad está envejecida, y eso añade más necesidades de cuidados y requiere nuevas soluciones. Hasta ahora se siguen los mismos criterios que el resto de cuidados: escasa valoración social y escasos recursos dedicados. Para quienes tienen una dependencia, o son mayores y no pueden cuidarse, la opción es aumentar las cargas de trabajo en los hogares, y por tanto más trabajo y sujeción para las mujeres, más cargas de trabajo y precariedad para las personas contratadas y, en un porcentaje pequeño, ingreso en residencias con plantillas escasas, con limitada cualificación y condiciones laborales precarias para su personal.

La gestión de las residencias no ha sido asumida por la sociedad y las administraciones públicas. En su mayoría se ha cedido a empresas multinacionales del sector que exprimen los recursos de las personas mayores que los tienen y captan fondos públicos en los casos de quienes tienen la suerte de ver reconocidos algunos derechos a acceder a residencias.

Los cuidados sanitarios

Con el covid-19 hemos visto la punta del iceberg de los cuidados, que son los cuidados sanitarios. Son los que necesitan personas con alto grado de vulnerabilidad como mayores, dependientes, personas con enfermedades crónicas, etcétera, y se ha evidenciado que estaban especialmente expuestas al covid y sus especiales necesidades de cuidado no estaban garantizadas por las instituciones. En los lugares en que los servicios sanitarios y sociales públicos se han precarizado más, la falta de capacidades ha llevado a la muerte a gran número de personas.

El reconocimiento del trabajo de cuidado en el sector sanitario tiene un claro paralelismo con el resto de la sociedad. El conjunto de profesionales con mayor capacidad para proporcionar cuidado sanitario, la enfermería, tiene una consideración secundaria entre la totalidad de profesionales del sector.

Las enfermeras son profesionales con cada vez mayor capacitación para ayudar a las personas o a las familias en sus autocuidados, para realizar educación para la salud, para apoyar al profesorado, al barrio o pueblo o las apymas en realizar estilos de vida más saludables, y este papel es clave para garantizar la promoción de salud y la prevención de las enfermedades.

Al abrirse las opciones para Reactivar Navarra/Nafarroa Suspertu, es un buen momento para poner en valor los cuidados para la vida y los cuidados sanitarios.

En el caso de los cuidados para la vida se necesita hacerlos visibles, que sean un compromiso de hombres y mujeres y del conjunto de la sociedad. Que todas las medidas a poner en marcha contemplen la conciliación, las retribuciones dignas para las cuidadoras profesionales, valorar la carga especial de cuidado que soportan quienes tienen en su hogar personas con dependencia, con discapacidad, mayores o menores, y que la totalidad de programas a impulsar incluyan esas realidades en sus propuestas de actuación.

En el caso de los cuidados sanitarios es imprescindible que Enfermería cobre un protagonismo fundamental, en especial en el trabajo comunitario, en domicilios, en centros educativos o residenciales que hay en cada zona de salud, y que los equipos de atención primaria desarrollen nuevas iniciativas hacia las personas que residen en sus zonas: eso requiere que el personal de Enfermería y Trabajo Social de las plantillas de Atención Primaria crezca para poder ayudar a las familias en sus planes de cuidados, de autocuidados de problemas crónicos, a familias con personas con alguna discapacidad, minusvalía o condiciones precarias de vida y salud.

Avanzar en estos cambios nos permitirá tener una sociedad más cohesionada y mejor preparada para hacer frente a presentes y futuras pandemias.

El autor es médico

Esta pandemia ha evidenciado de manera dramática la falta de visibilidad y responsabilidad compartida sobre los cuidados de la vida que tiene nuestra sociedad

En los lugares en que los servicios sanitarios y sociales públicos se han precarizado más, la falta de capacidades ha llevado a la muerte a gran número de personas