l jueves 1 de octubre PSN, EH Bildu y Geroa Bai rechazaron el proyecto de Navarra Suma de transformar el edificio del monumento a los Caídos en un espacio multiusos y sala de exposiciones, manifestándose a favor de mantener los principios de memoria histórica en relación con el futuro de aquel. La iniciativa fue presentada por el grupo municipal del PSN después de que el concejal delegado de Urbanismo, Juan José Echeverría, asegurara recientemente que el monumento no se derribará y que el Ayuntamiento tiene libertad para hacer lo que quiera con él, ya que a efectos legales -vinculados con la vigente memoria histórica- el monumento ya ha sido resignificado. También se refirió a la realización de una consulta sobre el futuro del edificio en el Segundo Ensanche, aunque sin oponerse a otras fórmulas a acordar con el resto de grupos.

Desde el Ateneo Basilio Lacort queremos recordar algunas cuestiones:

En primer lugar, la resignificación se repite como un mantra, pero nadie concreta las formas de su materialización. Las ocho personalidades “de reconocido prestigio nacional e internacional” que en marzo de 2018 participaron en una mesa redonda sobre el futuro del monumento y su entorno hablaron en su práctica totalidad desde un punto de vista arquitectónico y urbanístico, apostando por la remodelación y la “resignificación”, aunque sin ofrecer ninguna concreción sobre ésta. Asimismo, las propuestas seleccionadas por el Ayuntamiento de Pamplona en febrero de 2019 eran claramente decepcionantes en relación con su contenido resignificador. Mientras una proponía el derribo del edificio para crear un espacio de memoria, seis planteaban conservar todo lo fundamental, así como usos diferentes como museos, casa de cultura y biblioteca, oficinas del Ayuntamiento o, incluso, su utilización lúdico-recreativa. Pero, tras analizar las memorias de esos siete proyectos, llama profundamente la atención la circunstancia de que ninguno ahonda en la significación del monumento como memoria parcial y exclusiva del bando vencedor y como memoria negadora y borradora de las víctimas y de la represión. Incluso cuando se refieren a la resignificación memorialística, no hacen en absoluto referencia a las circunstancias concretas de cómo se desarrolló la limpieza política de 1936-1937, de quiénes fueron sus agentes. Parece que los arquitectos y urbanistas autores de los proyectos se hubieran contagiado del modo aletagador con el que el Ayuntamiento del cambio emprendió el proceso en relación con el monumento, evitando soluciones conflictivas fuera de las explícitamente arquitectónicas y urbanísticas, por encima de las víctimas.

En segundo lugar, el paso previo a cualquier resignificación es el de la significación, de forma que sin esta no puede concretarse aquella. Una resignificación que no considere todos los aspectos que deben formar parte de una memoria integral de lo sucedido en 1936-1939 será una memoria parcial, amputada de sus aristas más incómodas e inservible como ejemplo para las nuevas generaciones, y un evidente desprecio hacia los derechos de las víctimas: “Verdad, Justicia, Reparación”.

En tercer lugar, para que sea posible una resignificación aceptable, de acuerdo con una significación integral de lo sucedido, las instituciones deben acometer la elaboración de un relato, ese relato oficial íntegro de lo sucedido en 1936-1937 en el que, además de las víctimas, se pondere adecuadamente la magnitud de lo ocurrido como la eliminación masiva de los simpatizantes de la izquierda en una proporción descomunal, se esboce el carácter sistemático de la limpieza política desarrollada, se apunte hacia los responsables y los victimarios, y se ahonde en cómo se ha gestionado la [des]memoria por parte de los vencedores a través del mismo monumento a los Caídos y de actores como la carlista Hermandad de Caballeros Voluntarios de la Cruz, presente todavía hoy en la cripta por gracia del arzobispo. La carencia de un relato integral de lo sucedido en Pamplona por la incuria de los poderes públicos, que nunca han mostrado una disposición clara para ello, dificulta extremadamente la viabilidad de las opciones resignificadoras.

En cuarto lugar, el Parlamento de Navarra debe abordar las modificaciones legales necesarias en la normativa sobre memoria histórica para que la opción del derribo del edificio pueda ser contemplada. Opción que consideramos la más razonable en respeto al honor de las víctimas y a los principios éticos que deberían fundamentar la normativa sobre la simbología golpista. Recordamos que si el marco legal no experimenta modificaciones por parte del Parlamento de Navarra la aparente pluralidad de opciones que planteaba el concurso internacional de ideas queda imposibilitada. No quedarían otras opciones que el mantenimiento (contrario al espíritu de las Leyes de Memoria) y la resignificación (meliflua a tenor de las actitudes mantenidas hasta ahora sobre la cuestión), ya que el derribo queda fuera de la legalidad ahora existente, pues nada dice en relación a edificios como éste. Es hora ya de superar la posición mantenida por formaciones teóricamente a favor de la memoria democrática sobre 1936-1937 tendente a evitar las polémicas respecto al mausoleo, manteniendo la indefinición respecto a lo que obliga la Ley en cuanto a la eliminación de los símbolos franquistas y la no referencia al mismo, relegando los derechos de las víctimas a un segundo plano. Prueba de ello es la falta de escrúpulos con que las derechas plantean públicamente seguir con la cúpula golpista, como si nada hubiera ocurrido.

Firman este artículo: Fernando Mikelarena, Víctor Moreno, Orreaga Oskotz, Jesús Arbizu, Carolina Martínez, José Ramón Urtasun, Clemente Bernad, Carlos Martínez, Pablo Ibáñez, Txema Aranaz, del Ateneo Basilio Lacort