rebufo de la reciente publicación de una parte de los resultados de las pruebas PISA, celebradas en 2018, me permito escribir sobre algo tan complejo y sencillo a la vez como son estas pruebas de evaluación externa de la educación y enseñanza, tras sus etapas obligatorias, de países de todo el mundo. La próxima primavera, si nada lo impide, nuestros escolares de 15 años volverán a colaborar para testar nuestro sistema educativo.

Si consultan ustedes en la red de redes, a través de OCDE Pruebas PISA, encontrarán amplia información sobre la historia de las mismas. El programa de evaluación internacional PISA fue desarrollado entre 1997 y 1999 y aplicado por primera vez en el año 2000 con la colaboración de 28 países miembros de la OCDE, más cuatro países no miembros, dando un total de 32. España se incorporó en 2003, pero en realidad hasta las pruebas de 2012 la comunidad escolar no llegó a tomarse demasiado en serio esta evaluación. Explicaré, en mi opinión, las causas.

1. La primera surgía de nuestra idiosincrasia: ¡A nosotros, profesorado, nos van a enseñar cómo tenemos que dar las clases para que nuestro alumnado obtenga buenos resultados!

2. La segunda profundizaba en lo mismo: ¿Quién garantiza que nuestro alumnado va a responder con interés unas pruebas que no tienen influencia en su calificación final del curso?

3. La tercera y más rotunda era: los medios de comunicación recogerán los resultados y desvirtuarán el objetivo de las pruebas estableciendo comparaciones entre comunidades, países, colegios públicos y privados y hasta chicos y chicas€ No servirán más que para provocar agravios comparativos.

Confieso que en mi vida profesional mantuve muchas de estas afirmaciones. Así que considérenme un converso a PISA tras mi jubilación en mayo de 2013. Aun pareciéndome cierto todo lo dicho, el verdadero objetivo de PISA sigue siendo loable. Son pruebas externas al colegio, sin la presión de la nota para el alumno, que sirven para que los centros traten de mejorar los resultados de conocimiento en escolares de 15 años, a las puertas de afrontar su último curso de enseñanza obligatoria. Tras graduarse en secundaria elegirán su camino futuro de formación. Claro que una cosa es la teoría y otra la práctica. Por eso otras críticas repetidas sobre PISA son:

1. La mayor parte de los escolares de 15 años están en 3º de ESO, pero otros pueden estar en 2º, en 4º e incluso en 1º si han repetido ya curso en dos ocasiones. ¿Pueden contestar igual a las preguntas propuestas?

2. Lo mucho que se tarda en conocer los resultados. La corrección de las pruebas es un proceso muy lento. Ya ven que estamos ahora, finales de octubre de 2020, comentando lo realizado en la primavera de 2018. Por cierto que aquella ocasión ocurrió un hecho sin precedentes. Cuatro centros escolares navarros de secundaria de modelo D de reconocido prestigio social, tres públicos y uno privado concertado, se negaron a pasar las pruebas. Para sorpresa de muchos el Departamento de Educación, que dirigía Geroa Bai, no forzó la situación y permitió tal dislate. Es verdad que en aquellos días María Solana sustituía a José Luis Mendoza al frente de la Consejería de Educación. Esto ha condicionado la interpretación de los datos globales en Navarra. Habrían podido ser aún mejores.

Me sorprende que haya ikastolas e institutos rechazando la oportunidad de conocer los resultados de aprendizaje de su alumnado. Los centros educativos que entienden PISA están encantados de poder analizar cada tres años esa tabla de resultados. Les permite mejorar y satisfacer las pretensiones lógicas de toda comunidad educativa: el mejor servicio a la ciudadanía con cuyos impuestos se paga su trabajo. ¿Qué otra cosa se puede exigir a un colegio que no sea el esfuerzo por la continua mejora de la formación que ofrece? ¿Qué otra cosa que el análisis de lo realizado en el presente para una programación más adecuada del futuro? Estos dos meses que llevamos de curso, tras el obligado parón del pasado, son la prueba de ello.

Quiero insistir: el centro escolar es el lugar al que cada persona en formación debe acudir con los sentidos preparados y la mente abierta. Debe tratar de recoger lo mejor que puede ofrecerle cada docente con todas y cada una de las áreas que prescribe el currículo. Y no sólo para superar los exámenes habituales que realizan con sus propios profesores, o para alcanzar en PISA el nivel 5 (alto) o, mejor aún, el nivel 6 (excelente). Debería salir cada día de su colegio con la boca abierta y los ojos desorbitados por lo mucho que ha descubierto en las aulas. El aprendizaje es una continua sorpresa. La maduración personal exige un esfuerzo continuo.

Sigo creyendo que todos tenemos mucho que aprender, que las notas de PISA deberían valer para el reconocimiento curricular de resultados de cada alumno y que no se deben comparar los resultados entre colegios, comunidades autónomas o países diferentes. Sabiéndolas usar, las pruebas PISA tienen larga vida. Espero que el actual Gobierno de Navarra, a través de la Consejería de Educación, haga una buena campaña de información. En la próxima primavera todos los escolares navarros de 15 años sentirán la utilidad de participar en PISA. En esta ocasión, además, su esfuerzo, sus resultados, nos darán la fotografía de la influencia de la covid-19. Mucha suerte.

El autor es profesor jubilado