oy, al igual que el año pasado, celebramos el Día Mundial de la Salud en una situación que para nada se parece a lo que antes llamábamos normalidad. Hace un año lo celebrábamos en el recogimiento de nuestros hogares, al amparo y en la seguridad de nuestra casa, escondidos del virus en un confinamiento domiciliario. Hoy, en cambio, lo celebramos con un poco más de libertad, pero todavía a años luz de esa ansiada normalidad.

Hace un año en esta misma fecha todavía nadie o casi nadie se podía esperar lo que hasta hoy íbamos a vivir, y lo que aún a día de hoy íbamos a estar viviendo. Todavía recuerdo cómo en febrero de 2020 una compañera me preguntaba acerca de los primeros casos conocidos en Europa y hablábamos sobre un grupo de estudiantes navarros que volvían de Italia. En Italia ya se daban más de 200 casos de covid. Por aquel entonces, nuestra sensación todavía era de incertidumbre ante lo que estaba ocurriendo. Todavía no había certezas ni conocimiento de lo que nos esperaba.

Los sentimientos o sensaciones que la mayoría de los sanitarios hemos ido viviendo han pasado por varias etapas: la ya citada de incertidumbre/duda; otra de sorpresa ante lo desconocido y por la rapidez en que llegó este virus y esta situación hasta nuestras vidas cuando creíamos que esto no nos llegaría desde China; también de frustración y miedo, frustración por no tener medios para combatir al virus, no existía un medicamento y además los EPI escaseaban. Y también miedo, miedo por contagiarnos y poder contagiar a nuestros familiares.

También agradecimiento ante las muestras de afecto y cariño por parte de la sociedad, cabe recordar el aplauso de las 20.00 h; esperanza, al ver que todo parecía mejorar, aunque luego volvimos a caer en los mismos errores. Pero esa esperanza la tenemos de vuelta hoy con la campaña de vacunación en marcha; enfado, esta etapa se repite como el ajo, y se da especialmente ante aquellas personas que se saltan las normas. Esas normas también se nos hacen difíciles a nosotros y nosotras, pero son, junto con la vacuna, nuestra única arma para combatir al virus; y por último el hastío, la fatiga pandémica también nos afecta, tampoco ayudan las imágenes que vemos de gente insolidaria e incívica. Pero repito, ahora pese a estar entrando o haber entrado en la cuarta ola, vivimos en la esperanza que nos aportan las vacunas.

No todo ha sido tristeza, este virus además del sufrimiento, del dolor y los dramas familiares con pérdidas humanas, también nos ha enseñado cosas. Nos ha dado una lección de humildad, nos ha recordado que el ser humano no es ese Dios que creía ser, y nos ha enseñado a entender y asumir de nuevo la realidad. Nos ha devuelto la luz mostrándonos la importancia del amor que nos dan nuestros mayores y del valor de sus vidas. En el fondo, nos ha enseñado a apreciar el valor de la salud. De hecho, tal y como dice la OMS en este día tan señalado, "la Covid-19 ha puesto de manifiesto que si tienes derecho a la salud, si tienes un acceso de calidad a un sistema sanitario justo, a una buena atención primaria, una persona tiene mejores posibilidades para tratarse".

Esto también se hace evidente si miramos más allá del charco. Hablando con una amiga mexicana en la primera ola, me hizo ver cuan privilegiados éramos aquí pudiéndonos confinar. En México, pero no sólo en México, aquí también ha habido familias que no se han podido permitir el lujo de un confinamiento ya que económicamente no les era viable. Es por ello por lo que muchos/as sanitarios/as abogamos por el cuidado y el acceso universal al sistema sanitario, pero también la búsqueda de equilibrio con el sistema económico. Ya que sin una economía sana no hay fondos para invertir en salud, y sin salud no hay economía que valga. Y aun teniendo una economía sana, como bien dice la OMS, "algunos grupos luchan por llegar a fin de mes con pocos ingresos diarios, tienen peores condiciones de vivienda y educación y menos oportunidades de empleo, experimentan una mayor desigualdad de género y tienen poco o ningún acceso a entornos seguros, agua y aire limpios, seguridad alimentaria y servicios de salud. Todo ello provoca sufrimientos innecesarios, enfermedades evitables y muertes prematuras. Y perjudica a nuestras sociedades y economías".

Por lo tanto, hemos aprendido que es la pescadilla que se muerde la cola, sin salud no hay economía y viceversa. Por ello, desde nuestro perfil humanista queremos recordar a todos los dirigentes que no se debe olvidar la importancia de tener un buen Sistema Sanitario, de invertir en él, de lograr un acceso universal de todas las personas a dicho sistema, y que se prime la calidad en el mismo. De ello dependen un bien preciado como es la salud e incluso nuestra vida.

Esta pandemia ha hecho replantearse a mucha gente la importancia de unas políticas sanitarias dirigidas a la buena gestión de los recursos y a incentivar la creación local de recursos sanitarios que pueden salvar vidas o protegerlas. También nos ha hecho repensar el modelo sociosanitario que tenemos para crear más medios, herramientas y estrategias que nos puedan ser útiles en el presente y futuro. Pero especialmente lo que ha puesto en el centro es la importancia que tienen los Cuidados. Lo escribo con mayúscula porque son la piedra angular de nuestro Sistema Sanitario, y por ende de nuestra salud, porque sin Cuidados no hay Salud. Y con ello, evidentemente, la importancia también de cuidar a quien nos cuida y formar a nuestros/as cuidadores/as.

Por otro lado, no hay que olvidar que la persona se compone de, al menos, cuatro esferas: la física, la psicológica, la social y la espiritual. Y en un día como el de hoy cabe hacer mención a que cuando los sanitarios decimos que no todo es covid, no es baladí. Las enfermedades crónicas, durante la pandemia se han encontrado en un estado secundario, estaban desaparecidas. La diabetes mellitus, los ictus-ACV, los infartos agudos de miocardio, las enfermedades neurodegenerativas, las enfermedades mentales, las personas sin entornos sociales o con entornos sociales débiles, la fatiga social, los sufrimientos espirituales y necesidades espirituales existen y se han visto acrecentadas todas con esta pandemia, por la falta de acceso a una consulta presencial, por déficits de cuidados, por falta de relaciones sociales, por la ausencia de experiencias, etcétera.

Muchas de estas patologías se pueden prevenir con una educación sanitaria de calidad, que empiece desde la base (el colegio) y no acabe nunca en ninguna de las etapas por las que pasa el ser humano. Es necesario el reciclaje educativo en la prevención y en el autocuidado, es necesario una buena formación continuada en Soporte Vital Básico. Y, cómo no, el anteriormente citado acceso universal al sistema sanitario. De todo ello también depende la vida y la salud de todas las personas que componemos esta sociedad.

Por último, quisiera mandar un fuerte abrazo a aquellas familias que han perdido a sus seres queridos y/o a aquellas personas que han sufrido y sufren en sus carnes el azote y las consecuencias de este virus. Quisiera también agradecer a todas aquellas personas que han trabajado muy duro en la primera línea cara a cara con el coronavirus para cuidarnos y sanarnos, a los gestores que han ido capeando el temporal como han ido desarrollando nuevas estrategias, a los equipos de vacunación y las científicas/os que han desarrollado y están desarrollando las vacunas, a todas y todos, gracias por su encomiable labor.

Este agradecimiento quisiera hacerlo extensivo a las y los profesionales que, estando en una segunda línea, han sido necesarios en nuestro cuidado social, no cito profesiones porque no quiero dejar a ninguna sin citar, pero todas ellas se encuentran en la mente de nosotros y nosotras. Quisiera reprender a aquellos/as que se saltan las normas ya que con su actitud solo agravan la situación, pero sin empañar el agradecimiento a la mayoría de la sociedad por su esfuerzo, coraje, respeto, solidaridad y lucha constante ante esta difícil situación.

La salud es un bien preciado y está en las manos de cada uno/a de nosotras/os defenderlo. Zaindu gaitezen! ¡Cuidémonos!

El autor es enfermero y Burukide de Salud y Servicios Sociales del Napar Buru Batzar de EAJ-PNV

Esta pandemia nos ha hecho repensar el modelo sociosanitario que tenemos para crear más medios, herramientas y estrategias que nos puedan ser útiles en el presente y futuro