on la extensión de las herramientas digitales, hace años que se están desarrollando nuevos modelos de negocio que se basan en las plataformas o aplicaciones para vender y ofertar servicios.

Bajo ese paraguas aparentemente novedoso, también se están consolidando viejas formas de precariedad y abuso. La existencia de los falsos autónomos no es nueva; sectores como el de las cárnicas o el transporte de mercancías hace años que sufren este tipo de practicas empresariales.

Hace dos años, CCOO comenzó una dura lucha para regularizar a 600 personas que trabajaban como falsos autónomos en la empresa tudelana Uvesa. Bajo una apariencia de adhesión voluntaria y cooperativismo 5.000 trabajadores y trabajadoras de toda España trabajaban como falsos autónomos en ese sector. También en aquella ocasión, y durante el proceso de regularización, se nos dijo que las empresas no iban a aguantar y que todo ello iba a provocar despidos, pero lo cierto es que nada de eso ha ocurrido y hoy esas 600 personas de Uvesa trabajan con un horario pactado, con vacaciones definidas y con pagas extra concretadas.

En el caso de los riders y las plataformas digitales, la historia de la precariedad se vuelve a repetir. Por eso creemos que la economía de las plataformas es un caramelo envenenado, ya que las supuestas facilidades que debería posibilitar este modelo acaban redundando en un extraordinario perjuicio para los trabajadores y trabajadoras.

Porque detrás de una supuesta libertad y flexibilidad hay un modelo de negocio desregulado y sobre todo desigual, en el que la empresa es quien decide sobre los precios y utiliza un sistema de "reputación online" que permite a la empresa organizar el trabajo y aplicar el régimen sancionador, y al repartidor limitar la elección de franjas horarias. La clave no se encuentra, por tanto, en la voluntad expresada por las partes, sino en las condiciones de hecho en que se ejerce la actividad, que además aísla y separa a la plantilla.

El modelo laboral de estas plataformas digitales de reparto no ofrece flexibilidad ni libertad a los trabajadores. Por el contrario, como ya apuntan numerosas actuaciones de Inspección de Trabajo y algunas sentencias judiciales, lo que realmente existe es dependencia y subordinación de los repartidores a la organización del trabajo, las directrices, el control y el sistema disciplinario decidido por la empresa.

Ser falso autónomo implica no poder acogerte a un ERTE, no tener derecho a paro, ni vacaciones, ni indemnización en caso de despido, implica que no haya una política de empresa en prevención de accidentes de trabajo o no tengas permisos retribuidos en caso de paternidad o maternidad. Y ese panorama no puede ser la primera experiencia laboral de cientos de jóvenes que entran por primera vez al mercado laboral en esas circunstancias.

La transformación digital tiene que orientarse hacia empleos con derechos, con fuerte presencia de lo digital y la flexibilidad sí, pero con garantías y regulación. Si no lo hacemos así tenemos el riesgo de crear un mercado laboral dual en el que conviven trabajadores con derechos y personas que viven situaciones de precariedad evidentes. Por eso es importante fortalecer las instituciones del mundo del trabajo, como la negociación colectiva y el diálogo social, para gobernar la transformación tecnológica.

Tenemos ante nosotros el gran desafío de gobernar un proceso de transformación tecnológica que no puede agravar las múltiples caras que toma hoy la precariedad laboral, entre otras la de los "falsos autónomos". El camino debe ser el de reformar nuestro marco laboral, de forma ambiciosa, para combatir la precariedad laboral y los salarios de miseria que tantos trabajadores sufren. Nuestra libertad solo se conquista de la mano de unas condiciones laborales que nos permitan poder elegir y construir proyectos de vida sólidos y autónomos a medio y largo plazo; de la mano, también, de un Estado de Bienestar y un sistema de protección social que promueva la cohesión social y no deje a nadie atrás.

Por eso resulta imprescindible que se haya evitado, a través de la legislación, que este tipo de economía se convierta en una excusa para demoler el Derecho del Trabajo y nuestros sistemas de seguridad social y bienestar. El gran reto que tenemos es el de acertar en el desarrollo de la ley para conjugar transformación tecnológica, trabajo decente y bienestar social.

La revolución tecnológica y sus nuevas pautas de trabajo no pueden servir para ocultar la frontera del derecho laboral. Los falsos autónomos, sean riders o trabajadores de otros sectores, ejercerán una flexibilidad real cuando su poder de negociación esté a la misma altura que la del empresario.

Por eso, para afrontar este nuevo tiempo de plataformas digitales desde CCOO queremos dar valor a la organización sindical que representa y organiza a la gente trabajadora y que hace visible lo que hasta hace poco era invisible, a la vez que incentiva, a través del diálogo social y la movilización, que el gobierno regule las relaciones laborales en este terreno. Que finalmente se desarrolle de forma ambiciosa la ley sobre este tema no solo afectará a la gente que trabaja desde esa modalidad digital, también nos prevendrá ante los viejos abusos de los nuevos explotadores. Firman este artículo: Chechu Rodríguez, secretario general de CCOO Navarra y Carlos de la Torre-Verdejo, responsable del espacio joven de CCOO Navarra

El gran reto que tenemos es el de acertar en el desarrollo de la ley para conjugar transformación tecnológica, trabajo decente y bienestar social