esulta que el verano, antes pródigo en noticias fabulosas, las llamadas serpientes de verano, viene ahora dedicado al adoctrinamiento histórico. El nacionalismo español vuelve a su esencia, a la reconquista, en este caso de mentes y conciencias.

Si hace pocas semanas era Jaime Ignacio del Burgo quien nos aburría con sus alabanzas al emperador Carlos V, en esta ocasión es el historiador Pedro Chacón quien nos abruma con las glorias de Alfonso X de Castilla (El rey sabio en Euskadi. Diario Vasco, 16-VII-21). Los reyes españoles siempre son sabios, católicos, grandes, hermosos... Los nuestros tienen boina, que diría Eduardo Galeano.

El panegírico del rey hispánico nos recuerda la reflexión de Claudio Magris a propósito de otro monarca: "las iglesias, las torres, las casas patricias, las figuras esculpidas reflejan la majestad del pasado, una gloria que sólo se puede recordar y nunca poseer, que siempre ha sido y nunca es" (El Danubio). Esa misma gloria apreciamos en el dominio castellano; las monsergas de siempre para justificar una violencia que nunca aceptamos; que todavía hoy dibuja nuestro mapa. Y que así se percibe en sus palabras: un elogio, una nostalgia de las épocas de expansión y batalla.

Lo cierto es que el relato de Chacón exhala todos los tufillos del discurso supremacista español. El primero, paradójico, chocante, es acusar de nacionalista a cualquiera que le discuta. "Todos estos municipios, sin excepción, están gobernados por el nacionalismo". Los nacionalistas son los otros. Alguien que se lamenta de que un rey ajeno, castellano, no encuentra el menor recuerdo en las poblaciones vascas, cuando fue "uno de nuestros auténticos padres fundadores", nos habla de nacionalismo. Pensamiento colonial encajado a rosca.

Otro de los rasgos que mueve a Chacón, que cruje por estar fuera de juego en nuestros días, es el de cambiar la grafía del país para describirnos con una geografía rancia, franquista. En su artículo Bergara es con v. Vergara. Kontrasta es con c, Contrasta. Como Korres, Corres. Agurain es Salvatierra. Tolosa y Segura permanecen porque no se les ha podido encontrar nombre sustitutorio (sic). Para él no es Ordizia sino Villafranca de Ordicia. No tenemos derecho a llamarnos como nos dé la gana. Bautiza quien manda, que para eso tiene la autoridad y la fuerza. Me recuerda a Humpty Dumpty. "Cuando yo empleo una palabra -insistió Humpty Dumpty en tono desdeñoso-, significa lo que yo quiero que signifique. "La cuestión está en saber quién manda" (Lewis Carroll).

El supremacismo es esa posición de un grupo humano que se considera superior a otros por tener la capacidad de someterlos y definirlos como quien define un objeto propio. Edward Said analizó cómo Egipto era definido por el dominio colonial del imperio inglés. Egipto era lo que los ingleses decidieran (a su conveniencia, obviamente). Parece que el modelo le gusta tanto a Chacón que lo adapta al pie de la letra. El rey de Castilla es nuestro padrecito fundador. Antes no existía el país. Castilla nos pone los nombres de las villas. ¿Quiénes nos creemos nosotros para cambiar esa tutela?

En conjunto, el artículo de Chacón revela los tics habituales de estas lecturas interesadas de la historia. Manipulación, ocultamiento, versión oficial que legitima al vencedor... En 1200 Gipuzkoa y Araba pasaron a la órbita castellana, dice. Así; pasaron; como quien no quiere la cosa. No hubo, parece, guerra, ni violencia, ni invasión, ni ilegitimidad, ni desgarro del territorio vasconavarro. Luego vino el rey (¿de Euskadi? ¿de Castilla?) y fundó las villas para darnos una alegría. No para montar una frontera con la Navarra que no pudo ocupar, con el trozo del país que seguía siendo independiente. Tolosa, Ordizia, Segura, Agurain, Kontrasta, Korres, Kanpezu, Buradon... todas esas villas fundadas en la misma época (1256) en esa muga de guerra, recién inventada.

La fractura del país, la conquista, la violencia contra las gentes, los derechos, la aculturación de borrar hasta los nombres propios de la geografía... Todo son bagatelas ante la gloria de los reyes fundadores de la patria. ¡Supremacismo blanco y en botella!