stos días se está celebrando un concurso de hípica en los Fosos de la Ciudadela de Pamplona con la presencia de “importantes figuras”, organizado por el Centro Ecuestre de Zizur, con el apoyo nada desdeñable del Ayuntamiento de Pamplona, quien aporta nada menos que un Bien de Interés Cultural como infraestructura, además de una sustanciosa cantidad económica.

Nuestro burgomaestre, señor Maya, se muestra “perplejo” ante las críticas recibidas de “los de siempre”, críticas que considera “desmesuradas” y se extraña, porque entre los años 1912-1925 ya se desarrollaban actividades ecuestres en la Ciudadela y en definitiva no ha habido ocultismo alguno, pues él ya lo había dicho “desde el minuto 1” lo que se estaba organizando.

Al señor burgomaestre, estupefacto ante las críticas injustas recibidas, se le olvidan dos pequeños detalles.

El primero es que en los años 20, en los que se hacían actividades ecuestres en la Ciudadela, este recinto era propiedad de los militares y no de la ciudad. Los militares hacían en la Ciudadela lo que querían. Incluso fusilaron a represaliados políticos en sus muros.

En segundo lugar, el señor alcalde no cuenta que cuando sí se hacían actividades hípicas, era en los años de posguerra. ¡Aquellos benditos años! En los años 40 y 50, concretamente. Pero entonces quien organizaba los concursos hípicos, que hoy nuestro monterilla quiere recuperar, era el Law Tenis Club, con el apoyo fundamentalmente económico del Ayuntamiento de Pamplona, que aportaba todos los años jugosas cantidades y premios para su organización, que se celebraba en terrenos del Club de Tenis.

Entonces, como ahora, ¡qué casualidad!, los objetivos eran “acercar a los ciudadanos, qué significan estas competiciones, que las conozcan de cerca y las disfruten”.

Entonces, como ahora, todos quedaban contentos, felices y comían perdices, pues el pueblo gozaba, y todo el mundo quedaba de acuerdo en que la hípica no era un deporte “elitista”.

Fácil es comprender la perplejidad de nuestro feliz mandamás, tan sensible con los ciudadanos a los que quiere entusiasmar e introducir en el deporte hípico hasta convertirlo en popular, de forma que cada ciudadano posea al menos un caballo, para poder participar en futuros eventos.

En los años de la posguerra figuraba en el programa de San Fermín el Concurso de Hípica, el de Tiro de Pichón, y el de Tenis, todo ello a celebrar en el Law Tenis Club, hoy Club de Tenis.

El Ayuntamiento de Pamplona tenía su propio trofeo, además del sustancioso apoyo material al concurso. Los que disputaban los premios eran todos mandos militares, con alguna excepción como, por ejemplo, algún marqués o alguna amazona con mucho pedigree, teutónico.

Los nombres de las pruebas eran muy excitantes y populares, como por ejemplo: Gobernador Civil, Brigadas de Navarra, General Alcubilla, Capitán General y Gran premio Navarra.

Los nombres de los caballos no eran muy diferentes a los de los toros de lidia, pues se llamaban Satírico, todo un campeón, Somatén o Airoso.

La prensa local se deshacía en elogios. Las pruebas eran “orgullo y ornato de nuestra ciudad” (como ahora), hasta el punto de que “se ha hecho imprescindible el concurso hípico” y “da a nuestras fiestas un rango, y un tono de distinción y serio como digno remate a los incomparables Sanfermines”.

Hay que señalar que, en lo que al escenario se refiere, hemos ido a menos, pues la crítica local se deshacía en elogios sobre el escenario del campo de hípica: “los caballos evolucionaban sobre un bello jardín sobre la polícroma variedad de los obstáculos” y, además, eran “los mejores caballos que hoy se encuentran en España montados como es lógico por los mejores jinetes”. Hoy el escenario son toneladas de arena vertidas en un Bien de Interés Cultural. ¿Hemos ido a menos con el tiempo?

El marqués de la Real Defensa -presidente del Law Tenis Club, hoy Club de Tenis, y concejal del Ayuntamiento, ejerciendo como noble a tiempo completo-, declaró: “No hubiera sido posible esto sin la decidida colaboración del Ayuntamiento, de la Diputación Foral y del gobernador militar”.

Y proseguía el polifacético prócer, hablando como presidente: “Es para nosotros motivo de satisfacción el ver cómo compartimos nuestra preocupación y nuestro afán por conseguir que la hípica tenga en Pamplona unas instalaciones modelo”.

Y aquí llega el escándalo. Si tenía la hípica unas instalaciones modelo en aquellos años, ¿a qué viene ahora ceder la Ciudadela para un evento que tan bien situado estaba gracias al apoyo y la entusiástica ayuda del Ayuntamiento de Pamplona?

¿Es que ustedes, señores representantes de la voluntad popular, no saben acaso que esta cesión de uso de un Bien de Interés Cultural para esta actividad atenta de modo flagrante los preceptos de la L.F. 14/05 de 22 de noviembre del Patrimonio Cultural de Navarra? ¿Por qué no se buscan otros emplazamientos que los hay a montones? ¿No habíamos quedado -como había dicho el atareado marqués- que la hípica en Pamplona tenía unas instalaciones modelo? Puestos a recuperar la historia, recupérense también aquellas modélicas instalaciones o búsquense otras; pero no atenten contra un Bien de Interés Cultural.

Para que no aumente la perplejidad exquisita de nuestro burgomaestre, le sugerimos varias cosas:

-Podrían recuperarse aquellas pruebas de equitación, con nombres tan sugerentes como Somosierra o Brigadas de Navarra.

-Podría recuperarse la Cena de Honor que en aquellos años se celebraba en homenaje a los concursantes, que era de etiqueta, aunque sólo voluntaria.

-Ya puestos, y para ampliar la oferta festiva postpandemia -que es la auténtica preocupación de los organizadores, como todos sabemos-, podrían recuperarse aquellas soberbias colecciones de Tirada de Pichón, donde acudían las escopetas de más calidad de España, con el conde de Teba a la cabeza, además de marqueses, condes y archiduques. En este caso sugeriríamos el recinto del Fuerte de San Cristóbal que, además, permitiría al pueblo de Pamplona y Comarca, subir a presenciar el popular espectáculo haciendo deporte...

Pobre ciudad, pobre Iruña, en manos de unos irresponsables que prosiguen su metódica labor de destrucción del patrimonio de nuestra ciudad, montando estos tinglados y estas lamentables iniciativas que, además, no tienen empacho en calificar de históricas, y si se les dice algo se muestran “perplejos”.

Al expolio de la plaza del Castillo se unen otros desmanes no menos significativos, entre los que se encuentra el que denunciamos, evento que amenazan con que se repita en años sucesivos, y que deseamos se quede en eventual.

Esperemos que la oposición municipal reaccione. Pero, sobre todo, confiamos en que la ciudadanía, harta de tanta incompetencia, nos movilicemos para evitalo.

Alguien se preguntaba ante el despropósito de la hípica: “¿Este burgomaestre es peor que Barcina?”, y tenemos que responder como aquél, que “¡ambos son peores!”. No es tarea fácil superar a Barcina, pero la feliz gobernación actual está en ello.

La excusa de la pandemia no vale para cualquier cosa, ni para todo, pues si es cierto que Roma está ardiendo, no lo es menos que Nerón está cantando y sus corifeos también, aunque Júpiter, Dios del Trueno, está muy enfadado.

*Firman este artículo: Pablo Ibáñez, Carlos Martínez, José Ramón Urtasun, Fernando Mikelarena, Víctor Moreno, Clemente Bernad, Carolina Martínez, Laura Pérez, Jesús Arbizu y Txema Aranaz Miembros del Ateneo Basilio Lacort

Nuestro burgomaestre, señor Maya, se muestra “perplejo” ante las críticas recibidas de “los de siempre”, críticas que considera “desmesuradas”

Pobre ciudad, pobre Iruña, en manos de unos irresponsables que prosiguen su metódica labor de destrucción del patrimonio de nuestra ciudad