ajo el sugestivo título de "La ciudad que queremos" se celebró durante el mes de septiembre un congreso organizado en Pamplona por la Fundación Arquitectura y Sociedad. Cuando se debaten asuntos como la desigualdad, el cambio climático o el hipotético fin de la pandemia se olvida el papel fundamental que tiene la arquitectura en la economía, el medio ambiente y la sociedad. Es más: no se pueden buscar soluciones a los problemas de hoy sin pensar en la ciudad de mañana.

Una idea relacionada con esta cuestión la aportó en el acto de clausura el alcalde de Pamplona y arquitecto Enrique Maya: ¿se puede diseñar la ciudad teniendo en cuenta el ocio de los jóvenes? Generalizando: ¿cómo diseñar la ciudad teniendo en cuenta la actual situación económica y social de hoy en conjunción con los posibles escenarios de mañana? Vamos a revisar la aportación de los diversos ponentes en el congreso. Tendremos en cuenta lo que queremos (en eso no es difícil llegar a un acuerdo), cómo lo hacemos (eso ya es más complicado) y el más difícil todavía: cómo obtenemos financiación para un proyecto concreto.

Ya en la inauguración el arquitecto y economista Patxi Mangado remarcó la necesidad de colaborar en el ámbito público y privado. Aunque hay muchas razones para ello, existe una fundamental: las externalidades. Para comprender el concepto usaremos dos ejemplos. Cuando compramos un coche entramos en nuestro ámbito personal: es nuestra elección. A quien no le guste, que no mire. Sin embargo, cuando se restaura una fachada o se diseña un edificio (de los que el 66% son viviendas) el resultado afecta al conjunto de la comunidad. Eso provoca lo que en economía se llama externalidad: una actividad particular que afecta a un tercero. No es lo mismo tener como vista un jardín a tener un muro, un vertedero de basura o un árbol.

José María Ezkiaga, en su exposición "Proyectar un futuro compartido", destacó que el 37% de la población española respira aire impuro y eso termina provocando más fallecimientos que el covid. De hecho, Joko Widodo (presidente de Indonesia) y otros miembros de su gobierno han sido acusados por un tribunal dirigido por el juez Saifuddin Zuhri de violar la ley de medio ambiente. Así, debe tomar medidas para que la población respire aire puro.

En definitiva: la calidad residencial es fundamental para el bienestar humano. Tampoco se puede olvidar la importancia que tiene el espacio público dentro de la economía informal, con lo cual todas las ideas para conectar la ciudad con la sociedad se tornan prioritarias.

Anne Lacaton, Premio Pritzker (equivalente al Nobel) de Arquitectura 2021, incluso aboga por naturalizar la vivienda ya desde el interior. Por esa razón las terrazas (que ya son obligatorias en algunas comunidades) y el resto de la vivienda deben tener sus rinconcitos verdes. Es como si el Shinrin Yoku o baño de bosque, recomendado como terapia para el estrés en países como Japón, se llevase a nuestro hogar.

Los números ayudan a comprender diferentes realidades. Según los estudios de Lacaton, destruir y demoler un piso para hacer uno nuevo cuesta 165.000 euros; transformarlo cuesta 55.000 euros. Y según Dietmar Eberle en Suiza, el 84% de la población vive en ciudades de menos de 80.000 personas.

Philip Rode puso su acento en el transporte público. En Atlanta lo usa el 5% de las personas. En Berlín la proporción sube al 80%. El número de coches estimados en el mundo es de 2.000 millones, y si mantenemos nuestros hábitos tendríamos 3.000 millones en el año 2030. No obstante, las nuevas tendencias en economía compartida harán que no lleguemos a estas cifras: es ineficiente que cada coche esté el 97% de su tiempo parado o que de media lleve 1,3 individuos. El urbanismo debe valorar el tema demográfico: en la actualidad, cada mujer tiene de media 1,2 hijos. Además, según las encuestas de uso del tiempo, las actividades no remuneradas de los hogares (en especial el cuidado de personas mayores) ocupan más que el mercado económico real; un 33% adicional. Eso implica 28 millones de empleos ocultos (María Angeles Durán). Mohan Munasinghe, Premio Nobel de la Paz en el año 2007 por su papel en el Panel Internacional del Cambio Climático, recuerda que con los niveles de consumo actual necesitaremos dos planetas en el año 2030. Eso no es sostenible; por eso se aboga por coordinar la sociedad civil, los gobiernos y las empresas. Todos deben aportar, todos debemos aportar.

Solo nos podemos desarrollar cuidando los bienes comunes. Como recursos, nuestro planeta y el espacio. Como personas, y desde la ciudad: silencio, oscuridad y aire puro (Mar Santamaría, Pablo Martínez).

Solo nos desarrollaremos si somos capaces de hacer la ciudad que queremos. Para eso la conclusión que se percibía como resumen era la generosidad: ¿quieres realmente lograr la ciudad que necesitamos? Pensemos en que no estamos solos y piensa en la ciudad que todos, no solo yo, queremos. Los autores son economista de la Conducta y arquitecto, respectivamente