an pasado ya cuarenta y tres años desde que los recién reconvertidos de súbditos en ciudadanas, votamos la vigente Constitución.

Hoy es evidente que esta Constitución no se corresponde con la realidad y los problemas del siglo XXI. Parece haber un consenso en que es necesaria una reforma constitucional, pero su profundidad y su orientación es lo que está en el aire, desde el clásico "que todo cambie para que nada cambie", hasta el proceso constituyente que algunos y algunas creemos necesario.

Al mismo tiempo, al hablar de la reforma/proceso constituyente, se ha generado una discusión sobre el proceso de la transición y sobre el sentido de esa Constitución.

Quienes desde la entonces denominada extrema izquierda, votamos sí, éramos plenamente conscientes de lo que votábamos y del trágala que suponían buena parte de los contenidos de ese texto legal, monarquía incluida, "si queréis democracia, esto es lo que hay". No es fácil hacer grupos homogéneos ni política ni territorialmente hablando al ver las diferentes opciones. Hoy todavía hay propagandas que se han vuelto dogmas. Tanto en el grupo del sí, como del no o la abstención vemos grupos pertenecientes a enfrentadas corrientes ideológicas. En Navarra, por ejemplo, encontramos a UCD, PCE y ORT en el sí, HB, EE y Alianza Foral Navarra en el no y PNV y ESEI en la abstención.

Lo mismo ocurría territorialmente, podremos decir que Euskadi no aceptó la Constitución, pero si en Gipuzkoa votó únicamente el 43%, en Araba lo hizo el 60%, y mientras en Orense votaba el 40%, en Girona lo hacía el 72%, y en Navarra, con un 76% de síes, votaba el 66%.

Éramos conscientes, creo, de que la relación de fuerzas no permitía otra salida a corto plazo, la dictadura había supuesto terror y miseria para la mayoría de la población, el recuerdo de la guerra civil y la feroz y continuada represión habían logrado en buena parte de la ciudadanía un miedo que logró que, a pesar del creciente peso de la oposición y de las movilizaciones, viésemos morir en su puesto a un dictador que dos meses antes había fusilado a cinco miembros de ETA y FRAP, que había asesinado a Salvador Puig en enero del 74.

Una oposición que, eso sí, fue capaz de torcer la salida que la oligarquía, la monarquía y EEUU habían preparado, una salida con las libertades limitadas, sin partidos comunistas ni republicanos y con la intangibilidad de los aparatos del Estado. Una salida que elude mencionar la corriente falsamente historiográfica que nos presenta una idílica transición y una democracia consecuencia de la bondad del "motor del cambio", el actual huido a Abu Dabi.

Una transición que no fue tan idílica como nos la cuentan, entre enero de 1975 y enero de 1979, 105 ciudadanos y ciudadanas dieron su vida por la libertad en nuestras calles. Con un aparato judicial que dejaba escapar a asesinos ultraderechistas y unas fuerzas del orden público que siguieron reprimiendo, torturando y asesinando impunemente hasta años después, no nos olvidemos de Germán Rodríguez, de Mikel Zabalza y de tantos otros...

Pero aunque mantengamos posiciones distintas sobre el proceso de la transición y el papel de los partidos en ella, hoy una amplia parte de la ciudadanía pensamos que es ineludible un profundo cambio constitucional. No lo tenemos fácil, a las fuerzas tradicionales se une la posición de un PSOE que de juancarlista ha devenido en monárquico. Un conjunto de fuerzas que no se atreven ni siquiera a cambiar el bochornoso, y anticonstitucional artículo que mantiene la línea hereditaria en el varón.

Es por ello que debemos acordar una alternativa que proponga un país donde todos y todas quepamos, un país democrático, o sea, republicano, y una Constitución garante de derechos individuales y colectivos. Esa alternativa se llama, en mi opinión, Estado Federal. Una alternativa en torno a la que debemos ir acumulando fuerzas, a la que debería añadirse las fuerzas nacionalistas que vean que tenemos un largo camino que recorrer juntos.

No va a ser nada fácil, pero hay que ir dando pasos. El próximo 14 de mayo, la Plataforma por una Consulta Monarquía o República va a poner miles de mesas en nuestras calles, ahí nos debemos ver. Será un pequeño paso, no el único, pero será un paso hacia adelante.

Mientras tanto, ¡viva la tercera república!

El autor es profesor jubilado de Historia y republicano en activo