nte el cuadro de Guernica de Picasso, considerado como la obra antibélica más poderosa de la historia, se han reunido los miembros del Consejo de Seguridad de la ONU en protesta por la invasión rusa en Ucrania.

En estos tiempos donde los principios y valores democráticos flaquean y están en entredicho, hay iconos, símbolos y expresiones con bases compartidas que representan el sentir democrático por excelencia.

No cabe duda que Guernica es el símbolo universal antibelicista más reconocido. Gernika es el nombre cedido de los vascos al mundo y necesitamos, más que nunca, alzar la voz y pronunciarnos en contra de los caudillos y caudillismos totalitarios. No nos queda más que insuflar el sentir democrático y apartarnos de aquellos que entienden la política como dominación y/o confrontación sectaria entre enemigos en vez de como cooperación entre diferentes.

Revisionar la historia siempre viene bien, sobre todo para afirmar que el futuro será, al menos aplicando las leyes democráticas, lo que hagamos de ella.

Pensábamos que estábamos en tiempos de construcción y no en tiempos de destrucción, pero la vida no cesa y la historia tiene la malsana intención de repetir las atrocidades vividas. Estábamos en zona de confort de la historia, pero las razones y deseos de Putin y su manera de entender el mundo nos retrotrae a épocas turbulentas. ¿Y cómo remediar las causas y consecuencias, y el dolor que causan?

Nuestra larga historia nos dice que bajo el árbol de Gernika, durante siglos, se juraba respetar las libertades vascas, y con el paso de los siglos se ha convertido en todo un símbolo de la sociedad vasca, símbolo de justicia y libertad.

Gernika es territorio representativo, emblema de libertad, y su supervivencia al bombardeo contribuyó aún más a convertir a la Casa de Juntas y al roble en todo un símbolo del pueblo vasco.

Y aunque la historia está marcada de pérdidas, bajo el árbol de Gernika resaltando su importancia, como valor también de resistencia, quizás debamos dar una oportunidad de alzar nuestra voz al mundo. Eman ta zabal zazu muduan bakea.

“La función del arte es ayudar a mirarnos”, describía Eduardo Galeano. El Guernica de Picasso ayudó a visibilizar el horror de la guerra. Y por encima de todos los ruidos de bombas y gritos de angustia, la música, como parte esencial de la vida y del arte, tiene como meta la emoción y la supervivencia y permanencia en el tiempo.

En nuestra tierra, Iparragirre, con su creación del Gernikako Arbola en 1853, creó un auténtico himno para todos aquellos que defendían las libertades de los vascos en contra de todos aquellos que pretendían limitarlas o eliminarlas desde que triunfó la Revolución Francesa. Y hoy su valor simbólico de proyección de libertades permanece intacto.

Y como memoria permanente, desde la historia, la cultura, y también desde la política, el árbol de Gernika representa la síntesis democrática acuñada en símbolo de paz, justicia y libertad. Animaría por tanto, como un hecho simbólico e histórico y señal de cooperación, a que el día del Aberri Eguna sembráramos cada cual una semilla de roble para convertir el solar vasco en un solar de robledales, porque el árbol de la vida simboliza también la unión entre el ser humano y el entorno natural.

Y seguro que cantando a la semilla con nuestro canto más reconocible surgirá más vital y frondoso el árbol, porque el poder de la expresión musical tiene la virtud de cautivar, y éste y no otro es el objetivo de un himno común porque, como todo buen arte, el canto, cuando es emotivo y tiene su razón de ser, tiene la virtud de permanecer. Propaguemos a los cuatro vientos el Gernikako Arbola y cantemos al unísono con todas nuestras fuerzas como solidaridad y motor de mantenimiento de nuestra cultura y encuentro de otras culturas.

La paz es reclamo de vida y subsistencia de un pueblo. Y ante la preocupante situación por la invasión rusa en Ucrania, donde sus habitantes se deshacen en lágrimas por los efectos devastadores de las bombas, recuerdo en 2001, en un viaje músico-cultural a la Georgia caucásica, las palabras de un orador georgiano en uno de sus pequeños discursos de agradecimientos. “Dos cosas han salvado Georgia. Una, la lengua(ese precioso tesoro que hemos de salvaguardar) y otra, sus canciones, y por estas dos cosas está viva Georgia”.

En nuestro último día de estancia nos recibió el presidente de la comunidad autónoma de Adjaria (Aslan Abashidze), un caluroso encuentro que duró dos horas. Ocho veces han atentado contra su persona, querido por su pueblo pero odiado por el poder ruso. Un hombre ameno, de porte natural y muy carismático.

Quiso brindar como es costumbre en su pueblo, cogió entre sus brazos a su nieto (un niño de apenas un año) y, sonriéndole a él y dirigiéndose a nosotros dijo estas emotivas palabras: “nunca el ser humano es tan humilde, tan lleno de corazón y tan puro. ¡Por nuestros niños!, que por lo menos ellos conozcan la verdadera paz y les dejemos un futuro más prometedor. ¡Por nosotros los georgianos, por vosotros los vascos! Para que vuestro pueblo sea próspero y obtenga la ansiada paz!”. Que este deseo se extienda a la Ucrania hoy asediada donde sus niños cantan el himno de su país para espantar el miedo.